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Al mismo tiempo las panderetas repicaban débilmente y las castañuelas se entrechocaban bajito como los dientes del que tiene miedo.... Doña Dolores se incorporó con el entrecejo desapaciblemente fruncido. Esa Lola.... ¡Pues no las trae aquí mismo! ¿Por qué no las habrá dejado en la antesala? ¡Bonita me van a poner la alfombra! ¡A ver si os limpiáis las suelas antes de entrar!

La primera no replicó nada a esta observación y callaron un buen rato. Al cabo la segunda dijo poniéndole una mano sobre el hombro: ¿Sabes lo que estoy pensando, Asunción? ¿Qué? Que debías decírselo todo. Lola es buena niña, aunque tenga el genio vivo. ¿No te acuerdas cuando nos pegamos y nos arañamos porque le quité de ser la mamá?... Ya ves que le pasó en seguida...

Los que no se resignaban eran los Dupont: don Pablo y su madre, que volvían a su hotel malhumorados y confusos cada vez que veían en las calles el rubio moño y la sonrisa insolente de Lola. Les parecía que la gente era menos respetuosa con ellos por culpa de la mala hembra, deshonra de la familia.

Espera, espera... no me beses... ¿De qué murió tu hermano? ¿No dijeron los médicos que había muerto de una mojadura que había cogido? . Pues esa mojadura, Lola... la cogió por causa mía... , la cogió por causa mía... Una tarde en que estaba lloviendo a cántaros, fue a esperarme al colegio... Le vi por los cristales metido en un portal... en el portal de enfrente... no traía paraguas.

El nombre de hija que daba á Hasay, era verdadero; su noble y bello corazón latía para el amor, y lo que en un principio fué compasión, poco á poco fué cambiándose en un profundo cariño. Hasay tenía una segunda madre en su protectora. Sin conocer su triste historia, y sin que pena alguna amargase la tierna infancia de la huérfana, cumplió los diez años. Lola, ya hemos dicho, era de su misma edad.

Hasay, entre las sombras de la noche, arrancaba triste y melancólica la humilde siempreviva, fiel emblema de la amargura. Cuando los blancos dedos de Lola recorrían el teclado, arrancaban bulliciosos allegros; cuando los de Hasay se posaban en el marfil, solo producían tiernos nocturnos. A la una la animaba el genio de Strauss, á la otra la tierna inspiración de Beethoven.

Cada vez estás más guapo. Si no fuese por darle un disgusto a María de la Luz, cualquier día engañábamos a éste. Pero éste, o sea Luis, reía de la desvergüenza de su prima, sin que le molestase la muda comparación a que parecían entregados los ojos de Lola, entre su cuerpo desmedrado de vividor alegre y la fuerte armazón del aperador del cortijo. El señorito pasó revista a su gente.

, al siete por ciento con buena hipoteca replicó el perdis . Mirad, mirad, ahí viene Lola Madariaga..., la mujer más graciosa y más remonísima que ha pisado el salón hasta ahora añadió elevando un poco la voz para que lo oyese la interesada. Lola le envió una sonrisa de gratitud. Su marido, el mejicano de las vacas, que también oyó el piropo, saludó al grupo con afabilidad.

No pudiendo bailar con su adorada ni hablar a solas, tanto por prudencia como por las muchas obligaciones que aquella noche pesaban sobre ella, se consolaba oyendo a Lola relatar pormenores referentes a su amiga.

La pobre Asunción, completamente abatida, no contestó nada; visto lo cual por su amiga, tomó asiento al lado, y la instó con mucha viveza para que le contase lo que la ponía tan triste. Mira, Lola, comenzó con voz temblorosa y casi imperceptible, después que te lo diga ya no me querrás. Lola protestó con una mueca.