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Actualizado: 29 de junio de 2025
Dos golpecitos dados en la puerta las sorprendió a ambas. ¿Quién es? preguntó la señora. ¿Te estás vistiendo, Clementina? se oyó de fuera. Era la voz de su marido. La sorpresa de la dama no disminuyó por esto. Osorio subía rarísima vez a su cuarto estando ella sola. Sí; me estoy vistiendo. ¿Hay gente abajo? Los de siempre: Lola, Pascuala y Bonifacio.... Es que tengo que hablar contigo.
Y ahora que quedan recopiladas y en compendio mis impresiones de Italia, el lector me sigue á una corta expedicion al que fué un dia teatro de Lola Montes, y desde allí á Viena. De Berna á Munich, capital de Baviera, hay solamente un paseo.
Por eso he venido; cada que don Ricardo toca, siento una gran alegría, señor, y se me hace que es la niña Lola y que está la familia, y hasta me parece que el viejo anda por aquí. Es el poder evocador de la música, Baldomero; probablemente usted no ha oído aquí más que a las muchachas. Así es, don Lorenzo.
Están ensillando caballos para ustedes; yo mandé ensillar el malacara de la niña Lola para don Ricardo, que le había prometido, y para usted un overito de la nena, que es una malva. ¿No quiere un mate?... ¿Dulce? ¿Usted también toma dulce?... le daremos con azúcar. ¿Vamos para allá?... Bueno, ¿y no me desconocerán los perros? Son mansos, no tenga reparo.
Sintió celos de Fermín Montenegro, que acababa de llegar de Londres, y reanudando su intimidad infantil con Lola, la visitaba con frecuencia, atraído por su picaresco lenguaje. Las escenas domésticas acababan a golpes.
Palabra del Dia
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