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Actualizado: 4 de junio de 2025


Nada, déjate de llorar ahora; lo que importa es que vayas a darle la cucharada de quinina a tu mamá. Después le pondremos un reparo sobre el estómago. El bueno de don Máximo procuró consolar a la niña, ocultándole el funesto presentimiento que abrigaba y se puso a dictar las medidas que su pobre ciencia cuanto rico deseo le sugerían.

Esta mañana se ha puesto algo mejor y hemos vuelto a la esperanza, pero me estremezco todavía al pensar que la muerte ha podido llevarse a mi padre querido en ese obscuro estado de alma que lo tiene tan lejos de Dios. Una noche en que lo estaba velando, me puse a rezar y a llorar arrodillada al lado de la cama, creyéndole dormido.

¡No llores, Luis, no llores!... ¿Ves cómo eres bueno? Estás llorando por . ¡No he de llorar por si eres mi hija! Llámame padre... ¡Yo soy tu padre! ¿Lo sabes, lo sabes? , lo ... eres mi padre y yo soy tu hija... Tengo sueño... Déjame dormir sobre tu pecho. Y dejó caer sobre él la cabecita blonda.

Al alejarse el tierno grupo, las lágrimas habían asomado a sus ojos, y no hacía ningún esfuerzo por contenerlas, sintiendo al llorar una sensación voluptuosa, como si sus pulmones, con extraordinaria dilatación, hubiesen expelido aquel nudo que le oprimía la garganta.

La seguiría, á través de todos los envilecimientos, hasta donde ella quisiera llevarle; cada vez con menos energía para protestar, aceptando las situaciones más deshonrosas á cambio del amor... ¡Y siempre sería así! ¡Y él, que se consideraba meses antes un hombre duro y dominador, acabaría por suplicar y llorar si ella se alejaba!... ¡Ah, miseria!...

«La Virgen le decía que , que estaba bien hecho; que aquella resolución era digna de un cristiano. Donde quiera que hay una cruz con un muerto, se puede llorar al pie, sin pensar en lo que era el que está allí colgado; mejor se podrá llorar al pie de la cruz de un mártir.

Mala, mala Eppie comenzó a decir Silas de pronto, teniéndola sobre las rodillas y mostrándole que tenía los pies y las ropas cubiertos de barro ; mala, que cortó la faja y se fue. Ahora Eppie tiene que entrar en la carbonera porque es mala. Papá va a encerrarla en la carbonera. Medio creía que aquellas palabras producirían una impresión bastante fuerte para que Eppie se pusiera a llorar.

Quiso llorar; pero su tío Primo recogió del suelo las dos monedas de oro y se las entregó, con lo cual, y con un poco de agua y vinagre con que la lavó su amiga la Serrana, apaciguose lindamente. No si me asustó más la barbarie o la prodigidad de aquel bruto.

Verá usted decía el Magistral como llega un día en que no necesita a Zorrilla ni poeta nacido para llorar de ternura y elevarse, de una en otra, como usted dice, hasta la idea santa de Dios. ¡Tiene la Iglesia, amiga mía, tal sagacidad para buscar el camino de las entrañas!

En Italia no es así: el doctor escribe ante el público como si estuviese solo; expláyase sin reserva con una superabundancia, una sensibilidad femenina, que hace asomar la sonrisa á los labios y llorar al mismo tiempo.

Palabra del Dia

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