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Actualizado: 4 de junio de 2025


-Pocas me quedan por decir -respondió la doncella-, aunque muchas lágrimas que llorar, porque los mal colocados deseos no pueden traer consigo otros descuentos que los semejantes.

Sábete que yo conozco las mañas de los toros bravos como las de los toros marrajos. María se echó a llorar. dijo Pepe , suelta el trapo, que ese es el Refugium peccatorum de las mujeres.

La amargura de los celos le acibaró el corazón; las lágrimas brotaron en abundancia de sus ojos. Cuando vió á solas á Nicolasa, con los ojos encarnados de llorar y con voz trémula le dijo: ¿Conque cedes al amor de D. Casimiro? ¿Conque vas á casarte? ¿Conque me matas? Calla, tontito mío, contestó ella. ¿Á qué vienen esas quejas? ¿Te he engañado yo jamás? No; no me has engañado.

¿Qué se ofrece caballero? dijo Aresti con su voz alegre que parecía esparcir la confianza entre los desgraciados. Señor dotor gimió el muchacho. Mi padre... mi pobre padre. Y como si no pudiera contener la pena tanto tiempo comprimida, se ahogaron las palabras en su garganta y rompió á llorar. Aresti se fijó en él.

¿Qué ocultas ahí, en tu blusa? ¿Una carta? ¿Qué? Dámela... vamos... dámela.... El muchacho, próximo a llorar, dejose tomar por grado o por fuerza, un papel que estrujaba en sus manos crispadas. La carta no tenía dirección. ¿Para quién es esta carta? Para la señora. ¿De modo que te la han dado para la señorita Julia, para que ella se la a la señora? El niño indicó que .

Pues bien: mi abuela me llama el mejor día; voy allá, subo, entro, espero un ratito en el gabinete del piano, sale ella, me mira, me toma las manos, me las aprieta mucho y me dice: «Basta de pleitos, hija; abracémonos». Y me abraza, y yo me echo a llorar, y ella también, y todo queda concluido, y yo en la casa y en posesión de lo que es mío... Supongamos esto, que es lo más natural, lo más lógico. ¡Qué alegría tan grande, Dios de mi vida!

¿Y lo dudas? ¿No te lo aseguré el día en que saliste de Luzmela? ¿No sabes que el padrino me lo dejó encargado?... Aquella evocación alteró la expresión resignada de la niña. Se ensombreció su rostro peregrino y estuvo a punto de romper a llorar. Logró contenerse con un gran esfuerzo, y entregó su mano temblorosa al joven para protestarle. Gracias, gracias....

Madre decía Manuel, conmovido al presenciar el llanto de la buena mujer , si llora usted ahora a jarrillas, ¿qué haría si me muriera yo? No lloraría, hijo de mi corazón respondió la madre, sonriendo en medio de su llanto . No tendría tiempo para llorar tu muerte. Vinieron las caballerías. Stein se arrojó en los brazos de la tía María.

Se echó a llorar. ¡Un crimen! ¿es verdaderamente crimen? ¡Oh madre mía! si no hubieses muerto, estarías conmigo; yo tendría mi cabeza sobre tus rodillas y ... acariciarías con tus manos mis cabellos largos y rizados; y me dirías si es un crimen, porque yo te lo confesaría todo.

Llegó el momento de hacerse presbítero. Cuando apareció al fin un día en Peñascosa en traje de sacerdote, su presencia causó emoción profunda en el corazón de sus protectoras. Todas se consideraban madres de él, y por consiguiente, con derecho a llorar de alegría y a caer en sus brazos enternecidas. Por cierto que estos desahogos cariñosos dieron ocasión a algunos dimes y diretes entre ellas.

Palabra del Dia

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