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Actualizado: 4 de junio de 2025


Petra volvió a llorar. «¿Cómo pagaría ella tal caridad, etc., etc.?».

«La Virgen está conmigo» pensaba Ana en el lecho, allá en Loreto, y acababa por llorar, por rezar fervorosamente y sentir sobre su cabeza las caricias de la mano invisible de Dios; pero sobrevenía un ataque nervioso, sentía la congoja de la soledad, de la frialdad ambiente, del abandono sordo y mudo, y entonces las imágenes místicas no acudían. Hacía falta un amparo visible.

Siguió su vida de siempre, y se apartó más que nunca del trato de sus hijos, dándose por completo a la visita de iglesias y sacristías, exacerbado su furor religioso con aquella desgracia, que parecía no haber rozado siquiera su corazón de granito. Pablo no se atrevía a chistar y la pobre Casilda no tenía ya ojos para llorar a su hermana.

Llorar por él, y resucitarlo con aquella lágrima de salud, ¿eso es gentil, revolucionario, protestante? El arte de Horacio Vernet es el arte del infortunio, del dolor; el arte de la Vírgen María que llora por su hijo al pié de la cruz.

¿Para qué seguir en esta tierra? ¿Qué esperanza le retenía?... Margalida, como si resultase superior a sus fuerzas la sorpresa experimentada al conocer su amor, huía de él, se ocultaba silenciosa, sólo sabía llorar, y las lágrimas no eran una respuesta.

Pero no temas que llegue a importunarte yo con mis muecas amorosas o con mis exigencias. tienes en un amigo verdadero, un amigo paternal, si esta palabra te inspira más confianza... porque no pienso disimular que tengo muchos más años que . Si estás afligida y sientes la necesidad de llorar, échate en mis brazos; en ninguna otra parte podrás descansar más tranquilamente.

Hace tiempo que no me miro al espejo, por no llorar recordando mi perdida juventud.... Y luego, mi historia, mi horrible historia. ¿Cómo podía figurarme que usted... digo, que , leerías tan claramente en mi pensamiento?

No pasaba una sola vez por allí el piadoso Traga-santos sin arrodillarse sobre ellas y llorar la destrucción del templo.

Una máquina echa aire en el pozo de una mina, para que no se ahoguen los mineros. Otra aplasta la caña, y echa un chorro de miel. ¡Pues da ganas de llorar, el ver las máquinas desde el balcón! Rugen, susurran, es como la mar: el sol entra a torrentes.

Guillermina extendió la mano para taparle la boca; pero sin resultado. «Yo no podía hablar... Me quedé como una estatua; me dieron ganas de llorar, de echar a correr o de no qué». No le diría a usted nada de particular indicó la santa muy asustada, quitando gravedad al asunto . Nada más que un saludo... ¿Qué saludo?... Verá usted.

Palabra del Dia

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