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Actualizado: 15 de junio de 2025
Es que dicen que los lleváis delante. Pues mienten. Sólo he tenido uno, y ese ha sido bastante para que no quiera tener más. Pero volvamos al asunto del día: ¿conocéis á ese nuevo amante de la Dorotea? Yo no le he visto nunca, y eso que voy á todas partes dijo un comediante. Ni yo repuso otro.
Sí; yo no puedo partir mi amor con otra mujer; yo no puedo deciros tampoco, y no os diré: abandonad á vuestra esposa; os debéis al gran nombre que lleváis, y no podéis deshonrarle; aunque queráis yo no permitiré que le deshonréis por mí. Veámonos por la última vez.. y tened mucho valor si me amáis. ¿Qué queréis decirme con esas palabras?
El mismo Tránter admiró aquella energía invencible y cedió ante la gran fuerza de carácter que acababa de demostrar el joven hidalgo. Puesto que á tal punto lleváis lo que debisteis de considerar como inocente broma, me avengo á declarar que siento haberos dicho lo que tanto os ofende, dijo Tránter en voz baja. Y yo deploro también la respuesta que á ello dí, repuso prontamente Roger.
Ni siquiera se ha dignado, decia, de atarme esta malhadada liga, que no quiero que me vuelva á servir, ¡Ha, ha! dixo la afortunada á la envidiosa, las mismas ligas llevais que la reyna: ¿las tomais en la misma tienda? Sumióse en sus ideas la envidiosa, no respondió, y se fué á consultar con el envidioso su marido.
También don Quijote las daba, mayores, llamándolos de alevosos y traidores, y que el señor del castillo era un follón y mal nacido caballero, pues de tal manera consentía que se tratasen los andantes caballeros; y que si él hubiera recebido la orden de caballería, que él le diera a entender su alevosía: -Pero de vosotros, soez y baja canalla, no hago caso alguno: tirad, llegad, venid y ofendedme en cuanto pudiéredes, que vosotros veréis el pago que lleváis de vuestra sandez y demasía.
Sabe Dios cuánto tiempo hubiera estado silencioso y como sujeto a un encanto, si ella, repuesta del trabajo que la había costado aquella su extraña confesión, no le hubiera dicho: Sólo hay una manera, señor mío, repito, para que yo os perdone vuestro atrevimiento, y es que siendo, según decís, esa medalla que pendiente de ese cordón lleváis sobre el pecho, un preservativo contra los demonios, ya sean o no sean familiares, y contra toda casta de espíritus foletos y malditos, me la entreguéis, para que yo pueda quedar esta noche sin morirme de miedo en mi casa; que mañana será otro día, y ya buscaré yo vivienda en que acomodarme, donde no haya habido nunca, ni duende, ni trasgo, ni fantasma, ni alma en pena, ni cosa que en mil leguas al otro mundo huela.
Pues sin miramientos ni reparos voy a dártele desde el fondo de mi corazón, en vista de lo que me dices..., y de lo que te callas, y, sobre todo, de que me le pides: Lleváis aquí cuatro o cinco años de establecidos, y en ese tiempo habéis hecho una fortuna que os permite ser las personas más independientes del pueblo. Todos en él os necesitan, casi todos os respetan y muchos os envidian.
¡Que si quiero que se me haga justicia! pues ya lo creo; ¡á Dios la pido! ¡á Dios clamo por ella!... y estaré clamando hasta que la consiga... Pues aligerad. ¿A dónde me lleváis? A casa de otra alma desconsolada. No hay alma más desconsolada que la mía. ¡Quién sabe, Montiño! ¡quién sabe! pero andad, andad. ¿Y quién es esa otra alma desconsolada? Una mujer que está enamorada de vuestro sobrino.
Palabra del Dia
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