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No saldrás sino pasando sobre mi cadáver» gritó con cavernosa voz Relimpio, sintiéndose héroe de teatro. Y al decirlo, oprimía contra su pecho la llave para protegerla de un ataque de su enemiga. «Vamos, vamos, que no tengo ganas de bromitas dijo la de Rufete encolerizada . Venga la llave, o la tomaré dondequiera que la encuentre.

A las ocho de la noche en invierno y a las nueve en verano cerraba la escalera del claustro alto, guardábase la llave en el bolsillo y toda la población quedaba aislada de la ciudad.

El cuerpo se iba pareciendo al de una vaca que se pusiera en dos pies. En cuanto vio venir a su sobrina, cogió de encima de la mesilla una llave enorme, que parecía la llave de un castillo, y alargándosela le dijo que subiera a la casa si quería. Las otras dos tiorras miraron a la joven con descarada curiosidad. A una de ellas la conocía Fortunata, a la otra no.

El marquesito alguacil recogió la llave que la presidenta le arrojó, y fue haciendo corvetas a entregársela al encargado de abrir el toril, cargo que, por cierto, se habían disputado un vizconde y el hijo del presidente del Tribunal Supremo. Sonó el clarín y saltó al redondel un torete negro, con bragas, de bonita lámina.

Al cabo de este tiempo percibió un rechinamiento, como el de una gran llave dentro de una inmensa cerradura; después el sonido de un barrote de hierro rebotando por un extremo sobre otro cuerpo menos duro; después el chirrido de unos goznes roñosos..., y, por último, vió la luz de un farol muy ahumado, a cuyos débiles resplandores pudo observar que se había abierto enfrente una portalada.

El sol enrojecía los aleros; retirábanse en busca del relevo los guardias de la noche, y en las calles sólo se veían las huertanas cargadas de cestas camino del Mercado. Los panaderos abandonaron al Menut en la puerta de su casa. Vio cómo se alejaban, y aún permaneció un rato inmóvil, con la llave en la cerraja, como si gozara viéndose solo y sin protección.

Clementina pensó: "¡Hipócrita! intenta engañarme, pero no sabe que estoy apercibida: sus astucias no tendrán efecto." Y en voz alta añadió: En el saloncillo, sobre la chimenea, encontrará usted un cofrecillo que contiene los recuerdos de soltera de Herminia. Ábrale usted mismo; he aquí la llave. Mauricio la cogió, la guardó en el bolsillo del chaleco y respondió: Voy enseguida.

Leocadia cogió la llave de encima del aparador, y salió sin precipitarse. Oyose a poco en la escalera ruido de pasos sofocados por risas, y entraron con Leocadia en la habitación dos hombres jóvenes, pero de tipo distinto.

Le emborrachariamos para sacarle algunos secretos. Qué, ¿el prudente Basilio posee secretos? ¡Vaya! contestó Tadeo, ¡y de los más importantes! Hay ciertos enigmas de los cuales él solo conoce la llave... el muchacho desaparecido, la monja...

Ha bajado la escalera quebradita de color. ¿Has tenido calentura? ¿O has tenido nuevo amor? Que con el aretín, que con el aretón. Ni he tenido calentura ni he tenido nuevo amor. Me se ha perdido la llave de tu rico tocador. Que con el aretín, que con el aretón. Si las tuyas son de acero, de oro las tengo yo. ¿De quién es aquel caballo que en la cuadra relinchó?