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Actualizado: 9 de junio de 2025


Yo me acuerdo, y me paice que fué ayer cuando le contaba los garbanzos á la cuitada de Silvia y todo lo tenía usted bajo llave, y la pobre estaba descomida, trashijada y ladrando de hambre.

Por hacer que hacemos estaba allí cinco minutos, y salía triunfante. No era un ladrón, era un bibliófilo. La llave de Bedoya era la que el conserje había perdido. Don Amadeo era el don Saturnino Bermúdez de tropa.

Y luego, ya despiertas, hablan y sacan por la abertura del brial sendas faltriqueras de pana. De estos bolsillos, una de las viejas extrae una enorme y luciente llave, y la otra, otra llave disforme y un peine amarillento. Luego, vueltos llave y peine a los senos profundos de las bolsas, las dos viejas charlan de sus tráfagos y negocios.

La cosa es fácil, porque tengo la llave que me dio por si Cristeta quería ir... Nada, nada, que lo hago

Y con un paso sosegado y el cuerpo derecho, haciendo con él y con la cabeza muy gentiles meneos, echando el cabo de la capa sobre el hombro y a veces so el brazo, y poniendo la mano derecha en el costado, salió por la puerta, diciendo: "Lázaro, mira por la casa en tanto que voy a oír misa, y haz la cama y ve por la vasija de agua al río, que aquí bajo está, y cierra la puerta con llave no nos hurten algo, y ponía aquí al quicio, porque si yo viniere en tanto pueda entrar."

Allí está la llave: la tomo, corro á la casa, abro; el viejo debe estar arriba durmiendo la siesta: entro, la veo, la hablo, la digo ... qué yo lo que le voy á decir ... y me vuelvo á escape. Si las viejas sospechan, inventaré cualquier mentira. No hay más remedio. Al fin llegó jadeando y con mucha fatiga al extraviado ridículo.

Pues bien, señora, yo tengo la llave de ese postigo; si es cierto que me amáis, permitidme que llegue hasta vos. ¡Ah! ¡no! ¡no! ¡imposible! si queréis que yo sea vuestra, hablad, descubríos el rostro, que yo os juro ser vuestra esposa. ¡Ah! ¡si eso pudiera ser! Pero adiós, señora, adiós. ¿Volveréis? Volveré... dentro de un mes; el primero de Mayo á esta misma hora, por esta misma reja. Adiós.

El duque tiró de ella, llegó al postigo, tomó la llave de la parte de adentro, la puso por la parte de afuera, cerró, guardó la llave y se alejó con Esperanza. A la revuelta de la primera calle, el duque dió una palmada. Acercaron una ancha silla de manos, y Esperanza y el duque entraron en ella. La silla se puso inmediatamente en movimiento. Esperanza guardaba silencio; el duque meditaba.

No, no se podía hablar de aquello que tanto importaba a los dos; y al fin doña Paula dejó solo a don Fermín; subió a su cuarto. Y desde allí, en vela, se propuso espiar los pasos de su hijo, que continuaba moviéndose abajo: le oía ella vagamente. , don Fermín, que cerró la puerta del despacho con llave en cuanto se quedó solo, se movía mucho: tenía fiebre.

Papitos se puso a picar la escarola, sin dejar de hacer visajes. «Y yo le diré replicó , yo le diré lo que hace... el muy trapisondista...». Maximiliano se estremeció. «Tonta, ¿qué es lo que yo hago?...» dijo sorteando su turbación. Encerrarse en su cuarto, ¡ay olé! ¡ay olé!... para que nadie le vea; pero yo le he visto por el agujero de la llave... ¡ay olé! ¡ay olé!... ¿Qué?

Palabra del Dia

rigoleto

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