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Por lo tanto, aquel mal golpe le había sido hecho a Marner por alguien a quien en balde perseguiría el constable. Qué motivo habría tenido el ladrón sobrenatural para verse obligado necesariamente a esperar que Silas se olvidara de cerrar la puerta con llave, no se le ocurrió a nadie.

¡Porque los compré!... ¿Y para qué los compraste? Por no ser menos que . Bueno, contesta: ¿dónde están?... Ricardo los guardó, pero yo no dónde. ¡Qué fastidio!... ¡José! dijo Lorenzo alzando la voz. ¿Señor? Hágame el servicio de ver en nuestro dormitorio... o por ahí... si están unos diarios... y tráigamelos. Don Ricardo los guardó en el baúl, señor... pero se llevó la llave.

Después de guardarlo con llave en un baúl lleno de cosas viejas, volvió al lado de su marido, que se había quedado absorto, midiendo sin duda con azorado pensamiento la enorme distancia que en su ser había entre los arranques de la voluntad y la ineficacia de su desmayada acción.

Velázquez parecía absorto en su tarea. Antonio fumaba nerviosamente, echando grandes bocanadas de humo. ¡Ah! exclamó al fin aquél, llevándose la mano á la frente. ¡Qué cabeza la mía! Tenía que dar un recado preciso á Soleá y ya se me olvidaba... ¿Me haces el favor de la llave? ¿Qué llave? profirió Antonio con la misma sorpresa que si viese desplomarse todas las casas de la calle.

No bien entrado el fraile, cerró la puerta con llave el Comendador, para que nadie viniese á interrumpirlos, y en voz baja dijo, mientras él y su maestro tomaban asiento: Cuente V. lo que ha pasado. No me oculte nada. Hablaré en resumen, porque ha sido larga la discusión. Doña Blanca ha celebrado tu generosidad. Dice que no atina á comprender cómo un impío es capaz de acción tan noble.

Se le oía un cierto rechinar de dientes y algún monosílabo gutural que lo mismo pudiera ser signo de risa que de cólera. Por fin llegó palpando paredes a la puerta de la capilla, y buscando la cerradura con las manos, empezó a rasguñar en el hierro. La llave no estaba puesta... «¡Peines y peinetas, dónde estará la condenada llavemurmuró con un rugido de hondísimo despecho.

No sabía yo por dónde dirigirme. Llegaron a mis oídos voces conocidas, sonó en la cerradura de la puerta contigua ruido de llave, y salió mi tía Pepa, tendiendo los brazos. ¡Muchacho! ¡Muchacho! Mi Rorró, ven, ven para que te abrace! Estrechándome, repetía con su locuacidad de siempre: ¡Niño de mi alma! ¡Si estás tan alto que no te alcanzo! Entra para que te veamos. La emoción la ahogaba.

Y sonó una llave en una cerradura, se abrió una puerta. Al fondo de una habitación, al través de la puerta de otra, vió Montiño el reflejo de una luz. Vió también que la dama que hasta allí le había conducido, estaba tan envuelta en su manto como cuando la encontró en la calle. Entrad dijo la dama. Montiño entró. Esperad aquí repitió la dama. Montiño se detuvo junto á la puerta.

Resonaron en esto pasos en el corredor de fuera, y Jacobo corrió vivamente en puntillas a la puerta, escuchó un instante, y con el menor ruido posible echó la llave por dentro.

Pues ansí, como digo, metía cada noche la llave en la boca, y dormía sin recelo que el brujo de mi amo cayese con ella; mas cuando la desdicha ha de venir, por demás es diligencia.