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Actualizado: 23 de septiembre de 2025


Bueno, adelante dijo el médico levantando los hombros . ¿Y qué es lo que tiene? Maltrana explicó las crisis de Feli, haciendo un esfuerzo para recordarlas en todos sus detalles. No digas más interrumpió el doctor . Los síntomas son claros. Pensaba bajar contigo a las Cambroneras para verla, pero ya no es necesario: eso es lo que llamamos nosotros eclampsia puerperal.

La Francia, tan justamente erguida por su suficiencia en las ciencias históricas, políticas y sociales; la Inglaterra, tan contemplativa de sus intereses comerciales; aquellos políticos de todos los países, aquellos escritores que se precian de entendidos, si un pobre narrador americano se presentase ante ellos con un libro, para mostrarles, como Dios muestra las cosas que llamamos evidentes, que se han prosternado ante un fantasma, que han contemporizado con una sombra impotente, que han acatado un montón de basura, llamando a la estupidez, energía; a la ceguedad, talento; virtud, a la crápula, e intriga y diplomacia, a los más groseros ardides; si pudiera hacerse esto, como es posible hacerlo, con unción en las palabras, con intachable imparcialidad en la jurisprudencia de los hechos, con exposición lucida y animada, con elevación de sentimientos y con conocimiento profundo de los intereses de los pueblos y presentimiento, fundado en deducción lógica, de los bienes que sofocaron con sus errores y de los males que desarrollaron en nuestro país e hicieron desbordar sobre otros... ¿no siente usted que el que tal hiciera podría presentarse en Europa con su libro en la mano, y decir a la Francia y a la Inglaterra, a la Monarquía y a la República, a Palmerston y a Guizot, a Luis Felipe y a Luis Napoleón, al Times y a la Presse: ¡leed, miserables, y humillaos! ¡He ahí vuestro hombre!, y hacer efectivo aquel ecce homo, tan mal señalado por los poderosos, al desprecio y al asco de los pueblos?

Para dirigir el juicio con acierto en las opiniones conviene distinguir las cosas de hecho y las de doctrina. Llamamos cosas de hecho las que son, han sido, ó han de ser, así en lo Físico, como en lo Moral, de manera, que lo que se busca en ellas es, si exîsten, han exîstido, ó han de exîstir.

Pero la razón me indicaba que no debía dar entero crédito a las palabras de mujer tan experta en ingeniosos engaños, y esperé aparentando conformarme con su opinión y mi desaire. ¿Te acuerdas de la noche en que nos presentamos aquí viniendo del Puerto de Santa María? En esta misma sala nos recibió doña Flora. Llamamos a Inés, te vio, le hablaste.

Todos huyeron al vernos, con sus mugeres y sus hijos; y Mendoza mandó volviésemos á embarcarnos para pasar á la otra parte del rio, que no tenia por allí mas anchura que ocho leguas. De la ciudad de Buenos Aires y de los indios Querandíes. En este sitio hicimos una ciudad, á la que llamamos Buenos Aires, por lo saludables que eran los que allí corrian.

De esto procuran muchos eximirse apelando á artículos de diccionario que contiene lo bastante para hablar de todo sin entender de nada; pero la razon y la experiencia manifiestan que semejante método no puede servir sino á formar lo que llamamos eruditos á la violeta.

En esos seres que llamamos cuerpos, encontramos potencia para producir en nosotros impresiones muy distintas de la de extension. De cosas de igual extension recibimos impresiones muy diversas: hay pues en las mismas algo mas que la extension. Si no hubiese mas que esta, donde ella seria igual, habria el mismo efecto: la experiencia nos enseña lo contrario.

Ella y yo llamamos la atención en La Línea primero, después en Ronda, donde la vendí, para comprarme un caballo jerezano, que después fue adquirido... pásmese usted... por la Duquesa de Alba, hermana de la Emperatriz, mujer elegantísima también... y que también se le parece a usted, sin que las dos hermanas se parezcan.

Yo le mando á V. R. respondió el P. Zea que no haga mudanza ninguna en su vestido y deje que yo me goce en esta pobreza, de que hago más aprecio que de cuantas púrpuras visten los monarcas y emperadores. Todos los muebles de su aposento eran una red, ó como aquí llamamos, hamaca, para dormir, sin colchón ni almohada, unos cuantos libros devotos y un Santo Cristo.

En resolución, aunque de un modo indirecto, y con el más profundo sigilo, y suavizando el golpe los dos medios por quien pasó, a saber: primero, la Condesa, al hablar con el tío, y el tío luego al hablar con la sobrina; ésta, como dura lección y como castigo de sus flirtations, recibió lo que vulgarmente llamamos unas terribles calabazas.

Palabra del Dia

passaro

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