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Actualizado: 23 de junio de 2025


La idea de la vida nos representa la actividad en su grado mas perfecto; y entre los fenómenos vitales, los mas perfectos son los que implican conciencia; si á estos no los llamamos acciones, es preciso decir que no tenemos ninguna idea de accion ni actividad. Aunque no conozcamos el modo de la produccion, tenemos conciencia de esta produccion; tenemos intuicion de la accion en misma.

A la Naturaleza parece no le importa gran cosa ese testigo: Dios es el único que se encuentra allí como en su casa. El elemento que llamamos flúido, movible, caprichoso, en realidad no cambia: es la regularidad misma. Lo que continuamente cambia es el hombre. Esa efímera aparición, en presencia de los grandes poderes inmutables de la Naturaleza, hace muy bien en vivir de ensueños.

Para quitar equivocaciones, así de lo dicho, como de lo que se ha de decir en adelante, advierto, que la voz sensible en Castellano se toma como la latina sensibilis en dos significaciones, porque unas veces recae sobre la potencia, y se dice facultad, ó fuerza sensible, que es como si dixéramos potencia de sentir: otras veces sobre el objeto; y así á este le llamamos sensible, que vale tanto como decir cosa que se puede percibir con los sentidos.

Sabemos que despues de experimentada la sensacion de tacto con que nos parece que un cuerpo tupido cubre nuestros ojos, no vemos; y por mas que queramos no es imposible producir en nosotros la sensacion que llamamos ver; al contrario, en quitándose la sensacion del contacto del cuerpo tupido, y en hora y lugar correspondientes, nos es imposible dejar de experimentar la sensacion de ver diferentes objetos; esto prueba que en esta parte nosotros estamos sometidos á una necesidad; pero tambien prueba que el ser que nos causa las sensaciones está sujeto á una necesidad semejante, ya que puesta la condicion de tapar los ojos, una y mil veces á nuestro capricho, desaparece tambien una y mil veces la sensacion; y dada la condicion de tenerlos destapados y abiertos en un lugar iluminado, y de repetir una y mil veces la prueba á nuestro capricho, una y mil veces se presenta tambien la sensacion: la misma, si lo dejamos todo en el mismo estado; variada conforme á nuestro gusto, si variamos de lugar, ó varian los objetos que en él haya.

En lo que á toca, yo consideraba en aquel instante al género humano de un modo que no lo había considerado nunca: no ya como una especie privilegiada que cumple estos ó aquellos destinos en el mundo; no como actores del gran teatro del universo; no como los personajes principales del largo drama que llamamos Historia, sino únicamente como espectadores alojados en un pequeño planeta, como simples pobladores de nuestro globo, como accidentes de la creación, como testigos de la marcha misteriosa de mil mundos.

Luego hay fuera de nosotros un conjunto de seres sometidos á leyes fijas, tanto con respecto á nuestras sensaciones como entre : luego existe el mundo externo; luego el interno que nos le representa, no es una pura ilusion. Estos seres que nos causan las sensaciones, y que llamamos cuerpos, ¿son en realidad lo que nosotros creemos?

Es cuestión de nombres y de que diéramos en llamar dormir a lo que llamamos despertar, y acostarse al levantarse... ¿Qué razón hay para que no diga yo ahora mientras me visto: 'Maximiliano, ahora te estás echando a dormir. Vas a pasar mala noche, con pesadilla y todo, o sea con clase de Materia farmacéutica animal...?».

Supongamos que todos los animales pierden de una vez el sentido del paladar, ó que todos los cuerpos de la naturaleza son destituidos de la propiedad de causar por su contacto con un órgano, la sensacion que llamamos sabor. A pesar de esto el mundo externo existe como antes.

El rio que llamamos Argentino, Del indio Paraná ó mar llamado, De norte á sur corriendo su camino En nuestro mar del norte entra hinchado. Parece en su corriente un torbellino, O tiro de arcabus apresurado. Más con el viento sur placidamente Se vence navegando su corriente. De mas de treinta leguas es su boca, Y dos cabos y puntas hace llanas.

Bajamos del Izarra y salimos por entre las peñas a la punta del Faro. Recalde sabía que en un pequeño fondeadero, labrado entre las rocas del promontorio donde se levantaba la torre solía haber una barca que el torrero utilizaba para pescar; fuimos allá y encontramos la lancha; pero estaba atada con una cadena. Llamamos en el faro, y una vieja nos dijo que el torrero habia ido a Elguea.

Palabra del Dia

rigoleto

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