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También estuvo éste en la corte de las Españas, pero sin duda fué menos afortunado. No logró empleo ni tuvo buena ventura, y hubo de volverse á su lugar lusitano. Retirado allí, escribió muy lindos versos sentimentales, llenos de saudades de una dama, con quien tuvo en Madrid relaciones amorosas.

BRITO. Señor Nuño, corre presto, Porque a la puerta de casa Se apean tres caballeros De tres hermosos caballos, Con lindos vestidos nuevos, Botas, espuelas y plumas. NU

En el bosquecillo de verdes carrascas hay pájaros, flores y fuentes bajo la fina hierba... Al ver al señor subprefecto con sus lindos pantalones y su cartera de zapa estampada, las aves se atemorizan y enmudecen; las fuentes no se atreven a meter ruido y las flores ocúltanse entre el césped.

Pero también es preciso que el timonel vele a la barra ¡Virgen santa! ¡y que vele bien si no quiere ver al navío desaparecer entre un torbellino! Después, el sol brilla, el cielo queda limpio, de un azul magnífico, con lindos matices de un rosa vivo, que producen el más encantador efecto.

Traen lindos muebles, muchos libros, algunos cuadros y no cuántas otras baratijas elegantes, que han comprado por esos mundos, y principalmente en París, Roma, Florencia y Viena.

Vuestra tía era horrible, señorita, me dijo volviéndose bruscamente. Mis lindos ojos compensaban su fealdad, respondí en igual tono. ¡Qué buena mesa! ¡Qué buen servicio! Todo andaba sin pies ni cabeza. ; pero ¡qué pavo! ¿Cómo no moristeis de una indigestión? Lo creí sinceramente, hasta el día en que os volví a ver aquí, Dios mío... en perfecta salud.

Conde, porque a más de la delicadísima ropa blanca que con sus propias manos y bajo la inspección de su madre aparejaron, poniéndola con mucho orden en las gruperas, se ocupaban a toda prisa en arreglar unos muy lindos escapularios, no sólo para él, sino para todos los de la comitiva.

Recitaré algo de Meléndez, dijo el joven. No, de V. replicó Lucía. Sepa V., tío, añadió dirigiéndose al Comendador, que este señor es muy poeta y gran estudiante. Ya verá usted qué lindos versos compone. V. es muy amable, Srta. Doña Lucía. La amistad que me tiene la engaña. Su señor tío de V. va á salir chasqueado cuando me oiga.

Sean Vds. felices ¡qué diantre! ya era tiempo, porque los dos se estaban muriendo por no querer confesarlo. Acérquese Vd., Pablo, a su amada, y dígale que es Vd. el hombre más feliz de la tierra: aparte Vd. esas manos, hermosa Carmen, y deje a este muchacho que lea en esos lindos ojos todo el amor que Vd. le tiene; y que el juez y el señor cura se den prisa por concluir este asunto.

-No ha de ser así -replicó el otro-, porque se han de echar dentro de las talegas, porque no se las lleve el aire, media docena de guijarros lindos y pelados, que pesen tanto los unos como los otros, y desta manera nos podremos atalegar sin hacernos mal ni daño.