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Actualizado: 29 de junio de 2025
En un momento se apoderaron de dos de las más grandes, y las volvieron boca arriba para impedirles huir, mientras cogían otras; pero las demás se apresuraron a tirarse al agua, escondiéndose entre el limo y las plantas. Déjalas ir, Horn. Ya tenemos carne de sobra. Llamaron en su ayuda a Cornelio y al chino, y entre todos transportaron las dos tortugas a la orilla.
El carácter de raza, el bautismo de nacionalidad, esa especie de limo que la nacion en donde nacemos y vivimos pega á nuestra alma y á nuestras costumbres: esa herencia de pueblo y de familia es un hecho tan poderoso y tan inevitable, que si estudiamos con el necesario talento la forma exterior del arte de Thiers, de Guizot, de Chateaubriand, de Balzac, de De Lamartine, de Víctor Hugo, de madama Cottin, del mismo Horacio, de ese ilustre pintor que tanto admiro; aún de Beranger, de ese nobilísimo poeta que tanto venero; hasta si pasamos á la ciencia del inagotable Augusto Conté, de ese coloso que tanto me asombra: si estudiamos la forma exterior del arte de esos genios; si nuestro espíritu tuviera el ojo penetrante que se necesita para distinguir ciertos colores, ciertos tintes, ciertas sombras confusas y remotas: más claro, cierto hábil relumbron, cierto viso dramático, cierta cara lavada por el palaustre francés; si tuviéramos la necesaria habilidad para descubrir esos delicadísimos detalles, juraría por mi alma, que aún en el arte de aquellos grandes hombres encontraríamos la hechicería francesa.
Los guijarros están tapizados de musgo de un verde sombrío con plateados reflejos; las delicadas algas que forman el limo, se levantan en pirámides empujadas por las burbujas de aire que se desprenden de la arena y que, parecidas á globos envueltos en inmensos cordajes, brillan como perlas bajo la temblorosa red de fibras.
En las grandes crecidas, cuando la masa de agua ha disuelto y arrancado la tierra que rodea á esos tejidos de raíces, éstas contienen la rapidez de la corriente, conservando entre sus mallas las partículas de limo; las obligan á depositarse en sus intersticios y forman una capa que reemplaza á la orilla anterior.
Un poco de limo verdoso en una estátua la comunica la sancion venerable del tiempo, el sentimiento inexplicable de la historia; y este espíritu vago y armonioso á la vez, este espíritu que viene á denotarnos el contraste que resulta entre lo transitorio de la piedra humedecida por un poco de limo, y lo eterno de la moral que aquella piedra simboliza; esta vaguedad espontánea, sencilla, verdadera, invisible, que va y viene entre lo que se toca y lo que se adivina, entre el limo y el genio, es precisamente la pincelada que da al arte su sentido más ideal, más bello y más profundo, porque es el sentido más conforme á la poesía de la creacion, es decir, á la poesía inimitable de la verdad.
Indudablemente, ¡cosa extraordinaria! sin embargo de ser Paris una ciudad tan iluminada, tan brillante, tan prodigiosamente espléndida, sin embargo de ser un coquetismo tan fastuoso y deslumbrador, no nos inspira poéticamente, como nos inspira cualquier ciudad de España, de Italia, de Suiza, de Grecia, de Oriente; como nos inspiran tambien los caseríos del Norte, dejándonos ver entre rocas y nieves sus chozas húmedas, cubiertas de limo verdoso, que como si fueran peñascos negros, parecen estar incrustadas en las laderas de un monte sombrío, ó quizá en los bordes de un abismo insondable.
Las estrellas alargaban sus fríos rayos atravesando la inmensa región de invisible hielo, y la luna, pues también había luna, difundía claridad verdosa por calles y plazas. El suelo parecía el lecho de un río que se acaba de secar, dejando al descubierto su limo lleno de fosforescencias.
Entre las colinas limítrofes y este canal quedaba por ambas orillas una extensa superficie gris de limo suelto, salpicado de charcos de agua donde los pilluelos del muelle gustaban de hundirse y revolcarse hasta que se embadurnaban asquerosamente para ir luego a lavarse arrojándose de cabeza en el canal.
El marinero se adelanta, y con el farol explora el camino para bajar a la orilla. Es peligroso el paso de aquellas rocas cubiertas de limo, donde los pies resbalaban. En el abrigo se adivina la forma de la barca. Un farol cuelga del palo, y lo demás es una mancha oscura. El marinero da una gran voz. ¡Abelardo! ¿Es el patrón? Sí, señor. ¿Abelardo, el hijo de Peregrino el Rau? Sí, señor.
En las desembocaduras de las grandes alcantarillas, donde no sumerge su ávido anzuelo el pescador de caña, multitud de peces, amontonados en verdaderos bancos como los arenques del mar, se nutren con los restos del festín arrastrados por el cenagoso torrente; el limo de las murallas, las márgenes y las hierbas del fondo, detienen también y hacen entrar en sus propias substancias el cieno que las baña; los residuos más pesados descienden y se mezclan con la grava del fondo, los objetos flotantes son arrojados á la orilla ó se detienen en los bancos de arena; poco á poco el agua se clarifica; gracias á su fauna y á su flora hasta se desembaraza de las substancias disueltas que la desnaturalizan, y si en su curso no fuera ensuciada de nuevo por otras impurezas arrastradas de otras ciudades, concluiría por volver á su primitiva pureza antes de llegar al océano.
Palabra del Dia
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