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Entonces ella, con los ojos humedecidos por las lágrimas, atrajo dulcemente la cabeza de Kernok sobre su seno, que se levantaba y descendía con rapidez.

Y el viejo que tenía en frente al cochero de la estancia levantaba en alto un jarro de lata tomado por los bordes con las puntas de los dedos vueltos hacia abajo. ¡Por la niña Clota!...

Lázaro tuvo que intervenir, y mientras levantaba del suelo á Paz, recogió la nerviosa todas las monedas que su rival dejó caer en el combate; se envolvió en un manto con presteza convulsa, y apretándose el bolsillo, salió corriendo de la sala, tomó la escalera, descendió por ella y huyó. Lázaro no quiso presenciar más tiempo aquella escena.

En medio del patio se levantaba un túmulo como dos varas del suelo, cubierto todo con un grandísimo dosel de terciopelo negro, alrededor del cual, por sus gradas, ardían velas de cera blanca sobre más de cien candeleros de plata; encima del cual túmulo se mostraba un cuerpo muerto de una tan hermosa doncella, que hacía parecer con su hermosura hermosa a la misma muerte.

Cueto manifestó que él se pasaba todos los estilos por tal y por cual, y que para zanjar asuntos semejantes no había más que dar solitos una vuelta por la orilla del río. A todo esto, sin embargo, ninguno de los dos se levantaba de la silla, y seguían engullendo lo que les ponían delante, sin ánimo declarado de tomar el fresco; por lo cual nos sosegamos todos.

Perdonen ustedes, no pueden ustedes entrar... les dijo don Anselmo, y les dio casi con la puerta en las narices. Y pude ver que uno de ellos levantaba el puño de la mano en actitud amenazante. En dos palabras di cuenta a don Anselmo de mi resolución de abandonar la casa. Vaya, vaya, ¿a usted también lo ha picado la tarántula?

»He hecho cerrar todos los postigos de su aposento, y a la débil luz de la lamparilla he visto cómo su tez recobraba poco a poco el color de la vida y su respiración, ya tranquila, levantaba su pecho a intervalos iguales. Entonces he besado su frente, húmeda y enardecida, y he salido de puntillas, procurando no hacer ruido. »A su lado quedan Antonia y la señora Braun.

Parecía que Magdalena estaba a su lado; el aire que pasaba sobre su rostro era el soplo de la joven; racimos de ébano que acariciaban su frente eran sus cabellos flotantes; la ilusión era extraordinaria, inaudita, viva; parecíale sentir hundirse el banco en el cual estaba sentado, como si un dulce peso hubiese venido a aumentar el suyo; su boca estaba jadeante, su pecho se levantaba y hundía; la ilusión era completa.

Que te vea cada vez que levante los ojos. Sólo de tarde en tarde los levantaba: tenía otras cosas más urgentes en su pensamiento. Pero Miguel, para acallar su despecho, se decía que estaba allí por cumplir una palabra.

Una noche, ya al final de septiembre, me había retrasado. Estaba solo en el Rompeolas; el mar, agitado, hacía el estrépito de una serie de truenos al chocar contra las rocas, y levantaba nubes de espuma. en el reloj de la iglesia que daban las once de la noche, y me dirigí hacia casa.