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Actualizado: 30 de abril de 2025


En un abrir y cerrar de ojos se levantaba y echaba a correr detrás del hermano. Todavía me parece que estoy oyéndole cantar al alejarse: La corona se quita María y a su propio Hijo se la presentó, y le dijo: «Ya yo no soy Reina, si no suspendes tu justo rigorJesús respondió: «Si no fuera por tus ruegos, Madre, ya hubiera acabado con el pecador

Roussel se sometió con gracia á sufrir este mal paso y se mostró sencillo y cordial, con un cierto matiz de altanería que á Clementina le pareció que contrapesaba desagradablemente la ventaja que ella había obtenido públicamente de la sumisión de aquel rebelde. Creyó que se levantaba un poco deprisa y vió en esta actitud un indicio del doblez con que, á su juicio, se había conducido.

Á todo esto, D. Primitivo había sacado de las profundidades de su gabán una enorme podadera, y prodigaba minuciosos cuidados á los manzanos, hacia los cuales se sentía atraído por simpatía irresistible. Aquí le cortaba un renuevo á uno, más allá le quitaba un caracol á otro, en otra parte levantaba un rodrigón que se había caído, etc., etc.

Don Álvaro, al llegar a la Rinconada, mientras dejaba pasar delante a don Víctor, que traía llavín, levantaba el puño cerrado sobre la cabeza del insoportable amigo.... No descargaba el golpe... no... pero.... «¡Ya lo descargaría!». «¡Oh! pensaba, lo que es ahora estoy en mi derecho. Ojo por ojo».

Allí caía Sheridan, rendido, con la mirada opaca, el rostro lívido por los excesos de la orgía, y allí se levantaba para gritar a Pitt, para azotarle el rostro con esta frase que cimbra como un látigo: «¡, no ha corrido sangre inglesa en Quiberon, pero el honor inglés ha corrido por todos los porosAllí Wilberforce, más allá Mackintosch... ¿Cómo recordar a todos?

Pero éste, que muy bien pudiera haberse quedado atrás, estaba perfectamente acomodado en el presbiterio entre los curas, el alcalde y varios concejales, lo cual levantaba en su corazón una ola de envidia que le sofocaba aún más que las rodillas del jayán que tenía detrás. Tal era su destino.

De vez en cuando, en los cortos intervalos de silencio levantaba graciosamente la cabeza, preguntándome: ¿Va V. a gusto conmigo? ¿Le estorbo? Y cuando me oía protestar vivamente contra semejante duda, su rostro expresivo se iluminaba de alegría y continuaba hablando. Habíamos recorrido algunas calles.

Así, desde que Isidora parecía intranquila, D. José se levantaba diligente y acudía junto a ella. Las diez serían cuando Relimpio, que había descabezado un sueñecillo, despertó con sobresalto porque oyó la voz de Isidora. ¿Había alguien en la habitación? No, no había nadie. Isidora hablaba consigo misma.

Que tardó una hora larga en llegar; porque el señor don Santiago Núñez estaba con un ataque reumático hacía una semana, y, aunque ya se levantaba, no podía salir a la calle: gracias que arrastrando, arrastrando, lograba llegar desde el dormitorio a su despacho. La rodilla, la pícara rodilla derecha, que no acababa de jugar los goznes como la otra, tenía toda la culpa.

El sud-oeste, viento que corria Con una fuerza grande desmedida, Los árboles y piedras conmovia Por la gente andaba dolorida: Porque tanto ruido levantaba El viento, que al infierno figuraba.

Palabra del Dia

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