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Trozos de pared desmoronados, cuestas áridas, troncos de árbol caídos sucedieron a los bosques y hondonadas, indicando la proximidad del hombre. Levantose a su vista un campanario: había llegado ya al término de su viaje.

¡, está fresca! exclamé empujando hacia atrás mi silla y poniéndome a pasear a grandes pasos por la sala; ¡no la perdonaré jamás, jamás! Levantose también el cura y comenzó a caminar en contra mía, de manera que continuamos la conversación cruzándonos continuamente, como el Ogro y el Pulgarcillo, cuando el monstruo le persigue por haberle robado una de las botas de siete leguas.

El tropel, el gruñir, la presteza con que llegaron los animales inmundos, puso en confusión y por el suelo a la albarda, a las armas, al rucio, a Rocinante, a Sancho y a don Quijote. Levantóse Sancho como mejor pudo, y pidió a su amo la espada, diciéndole que quería matar media docena de aquellos señores y descomedidos puercos, que ya había conocido que lo eran.

Y dejando caer de nuevo la cabeza poblada de greñas sobre la butaca, cerró los ojos con soberano desprecio. Los tertulios del maestrante volvieron su atención al juego, sin dejar de reír. Pero el conde quedó muy pronto pensativo y distraído otra vez. Al cabo, no pudiendo reprimir el desasosiego de sus nervios, levantose de la silla. Vamos, D. Enrique, ocupe usted mi puesto.

Una noche era, si mal no recuerdo, a fines del año 1831, bailaba la señorita Taglioni. Asistía una inmensa concurrencia. Yo había ido a reunirme a unos amigos que me habían citado, pero que, encontrándose ya demasiado estrechos, no podían proporcionarme asiento. No obstante, levantose un joven y me ofreció el suyo.

Levantose, y murmurando no se sabe qué palabras, aunque es de suponer no serían de las más finas, tomó el pesado hierro y se puso a planchar con verdadera furia. Miquis se fue sin añadir una palabra, y D. José le siguió hasta la escalera con las manos cruzadas, el mirar compungido y suplicante.

Don Fabricio, pasados algunos instantes de sobresalto, logró dominarse y hasta sonreir; y levantóse de su asiento para ir a apagar la luz, que inadvertidamente habría dejado algún criado encendida en el estudio. Abrió la puerta resueltamente, ... y ¡se heló su sangre!

Despues hizo señas á sus compañeros para que se acercasen. Vieron salir por la puerta de la pansitería un joven que miraba á todas partes y entraba con un desconocido en un coche que esperaba junto á la acera. Era el coche de Simoun. ¡Ah! exclamó Makaraig; ¡el esclavo del Vice Rector servido por el Amo del General! Muy de mañana levantóse Basilio para ir al Hospital.

Levantose para volver a la cocina, y en ella su pensamiento se balanceó en aquella idea del casorio, mientras maquinalmente echaba la sopa en la sopera... «¡Casarme yo!... ¡pa chasco...!, ¡y con este encanijado...! ¡Vivir siempre, siempre con él, todos los días... de día y de noche!... ¡Pero calcula , mujer... ser honrada, ser casada, señora de Tal... persona decente...!». v

Currita, sin perder su devoción, sintió ganas de tirarle del pelo. Entró a poco una señora con dos niñas, al parecer sus hijas, y una de estas, la más pequeña, fuese a arrodillar junto a Currita en el hueco vacío; mas la madre, advertida sin duda por otra señora que le habló por lo bajo, levantóse prontamente, tocó en el hombro a la niña y apártola de allí.