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Actualizado: 31 de mayo de 2025
Yo no soy mas que uno de tantos. ¡La Legión!... Cada seis meses cambia de coronel: se lo matan, y otro viene á ocupar su puesto, destinado á morir lo mismo. ¡Y cómo nos odia el enemigo!... Nosotros tenemos un orgullo. Entre los prisioneros que hay en Alemania no existe uno solo de la Legión extranjera.
Séneca, Aristóteles, Corneille, Bacon, Montaigne, Joubert, Massillón, San Agustín, Rousseau, Voltaire, Shakespeare, Juvenal, toda una legión, se agitaba, bullía, vibraba en aquel cerebro poderoso, hecho para los torneos y las epopeyas, para las recias batallas y las hondas lucubraciones.
Lubimoff ve en su memoria el corto y agitado período después de su llegada á París: su ingreso en la Legión extranjera, el grado de subteniente concedido al antiguo capitán de la Guardia imperial, su ida al frente después de haber distribuído y colocado el millón y medio producto de la venta de Villa-Sirena, la dura vida de campaña, los combates, la muerte acompañando con una generosidad lúgubre los avances de la ofensiva triunfal.
No tanto como en el ejercicio de un derecho, cuanto en cumplimiento de un deber, cada cual debe disputarse la satisfacción patriótica de ser de los primeros en formar parto de la legión de honor que libre á la República del bárbaro atentado que se le hace por los que dan testimonio de no detenerse ante lo que es más digno de reverente veneración.
Si lo supiera M. Thiers, y fuera ahora ministro, apostaria una oreja á que me regalaba el gran cordon de la Legion de Honor, y veinte cordones que tuviera á mano. Dimos una vuelta por el paseo del Palacio Real, alargándonos hasta las Tullerías. Recorrimos la parte del Louvre en donde soliamos sentarnos con Lesperut, creyendo hallarle allí; pero no le vemos por ninguna parte.
Veía la guerra entera á través de la Legión. Todos los franceses eran valerosos. Además, nadie podía adivinar por dónde atacaría el enemigo, y allí donde emprendía la ofensiva encontraba quien le hiciese frente, cortándole el paso. ¡Pero la Legión extranjera!...
Parecía imposible que un organismo humano pudiera resistir tanto golpe, que en su cuerpo débil cupiesen tantos quebrantos, sin que él se viniera abajo. Con la solidaridad de todos los que arrostran el peligro, repelía la gloria individual. Hablaba de la Legión como el soldado habla de su regimiento, como el marino habla de su buque, creyéndolo el mejor de todos.
Tal vez imagina que la persiguen las furias del infierno, los enemigos del alma, una legión entera de diablos, y entonces no se considera en salvo sino acogiéndose al pie del altar. Es menester que avisemos á D. Carlos que venga pronto, á ver si liberta á Clara de este género de locura.
Pero en cada claro asomaba otro soldado azul, y el frente de columna se rehacía al instante, acercándose imponente y aterrador. Acelerábase su marcha al hallarse cerca; iban a caer como legión de invencibles demonios sobre las piezas para clavarlas y degollar sin piedad a los artilleros.
El gordo Meriskoff, doctor alemán de la Universidad de Bom, canciller de la legión, hombre de aficiones poéticas, y gran comentarista, observó con respeto: Generala, el dulce país de Mignon es Italia: «¿Conoces tú la tierra privilegiada donde la naranja da flor?» El divino Goethe se refería a Italia, «Italia mater». Italia será el eterno amor de la humanidad sensible.
Palabra del Dia
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