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Actualizado: 30 de abril de 2025
A lo mejor, el jefe de una legión nota el malestar de sus soldados. Se muestran melancólicos y pálidos, parece que sueñan despiertos, aspiran el aire como si les trajese perfumes y músicas. Esta epidemia militar es más frecuente en la primavera que en el resto del año. «Mañana, maniobras», ordena el jefe.
28 El cual, cuando vio a Jesús, exclamó y se postró delante de él, y dijo a gran voz: ¿Qué tengo yo contigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo? Te ruego que no me atormentes. 30 Y le preguntó Jesús, diciendo: ¿Qué nombre tienes? Y él dijo: Legión. Porque muchos demonios habían entrado en él. 31 Y le rogaban que no les mandase ir al abismo.
Porque a los veintitrés años, dirigido por un tutor bonachón, te ves doctor en derecho, bachiller en letras y agregado de embajada; porque asistes de uniforme a las fiestas palatinas; porque te han prometido la cruz de la Legión de honor, lo mismo que a otros muchos que aún no la tienen, crees ya haberlo hecho todo y que lo demás te lo ofrecerá la suerte.
Allá en las profundidades de su sér, ocupado con actividad extraordinaria en coordinar la legión de pensamientos majestuosos que pronto habían de verter sus labios; y de consiguiente ni veía, ni oía, ni tenía idea de nada de lo que le rodeaba; pero la parte espiritual se apoderó de aquella débil fábrica y la arrastró consigo adelante, inconscientemente, y convertida también en espíritu.
Si es desvarío de mi imaginación Dios me lo perdone, pero a menudo todo aquello de D. Rodrigo, D. Julián, D. Opas, la Cava y los hijos de Vitiza, me parece un pronunciamiento como los de ahora, salvo que hubo en él unos cuantos moritos, que vinieron como legión extranjera. De aquí que la batalla del Guadalete y la batalla de Alcolea sean a mi ver muy semejantes.
Extraordinaria fue la sorpresa de Morsamor cuando vio en medio de esta tropa, que parecía fantástica legión de demonios, a su doncel sutil Tiburcio, que venía como guiándola y capitaneándola, más gallardo y gentil que nunca. Fugados o muertos los indios, Tiburcio llegó donde estaba Morsamor y le estrechó en sus brazos.
Y sin más, arremetió contra la legión de importunos que antes capitaneara, arrojándolos de la habitación como a perros, a golpes de lanza... Cuando salieron todos, cerró la puerta detrás de ellos, quedando solo con el moribundo y Sancho...
Desfilaba toda la variedad de uniformes de los ejércitos de la República: el azul horizonte de las tropas continentales, el color mostaza de las tropas marroquíes, la gorra de cuartel amarilla de la Legión Extranjera, el fez rojo de los argelinos y de los tiradores negros. Nadie estaba entero.
Este maldito del Océano, que hacía recordar al «Holandés errante» y a otros pilotos en pecado mortal, había realizado un viaje desde las Indias a Cádiz en sólo tres días. Pero hay que advertir que la nave iba tripulada por una legión de demonios disfrazados de marineros, que le habían ofrecido sus servicios. La travesía se efectuó en un continuo huracán.
Al menor soplo de la brisa, aquella legión de monstruos fabulosos oscilan cadenciosamente con un rumor seco de hojarascas, como tomando vida sobrenatural y grotesca. Antes de que oscureciese, fuí acompañado de Sa-Tó a contemplar la ciudad, mas pronto tuve que regresar sofocado por el hedor repugnante que exhalaban las viviendas.
Palabra del Dia
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