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Actualizado: 26 de junio de 2025
Esta última palabra convirtió la sonrisa de él en franca carcajada. «¡Trabajar!...» Pero la duquesa siguió hablando seriamente de su «trabajo». Lamentaba la escasez de sus medios. Unos treinta mil francos era el único capital de que podía disponer. A veces disminuía de un modo alarmante: los treinta mil bajaban á ser una simple unidad.
Lamentaba que las máquinas aéreas no le enviasen un rayo de luz para poder reconocerlos. Su primer impulso fué oprimirlos entre sus dedos, aplastándolos como insectos dañinos. Pero le faltó la voluntad para darles este género de muerte....
No vas a conocer nuestro Corpus decía a Gabriel . Del que aún alcanzamos nosotros, sólo quedan los famosos tapices que se colocan en el exterior de la catedral. Los gigantones ya no los alinean ante la puerta del Perdón, y la procesión es cualquier cosa. El maestro de capilla también se lamentaba. ¿Y la misa, señor Esteban? ¡Vaya una misa para festividad tan solemne!
Silvestre Antonio de Roxas no es nombre supuesto; porque D. Gaspar Izquierdo afirma que lo conoció en Cadiz, en tiempo que le comunicó en substancia lo mismo; y se lamentaba del poco caso que se habia hecho de materia tan importante.
Media hora; ya llevaba media hora hablando y aún no había comenzado de veras el discurso. Ahora lamentaba que la Cámara estuviese vacía. ¡Tan bien que marchaba aquello!... Frente a él, en la penumbra de la tribuna diplomática, seguía moviéndose el abanico, distrayéndole con su aleteo. ¡Diablo de señora! Bien podía estarse quieta.
De modo que, cuando regresaba de lo de don Eleazar, encontraba en don Benito Cristal un verdadero amigo, con quien me desahogaba contra mi mala suerte y lamentaba el tiempo que mis tíos me habían hecho perder. Don Benito era un carácter. En la arrogancia de su porte se reflejaba toda la entereza de su alma.
No era su próxima degradación lo que más lamentaba, sino la pérdida de los placeres con que le había tentado la riqueza improvisada. Pero ¿y yo? dijo por fin Juanito . ¿En qué situación quedo? ¿Tú...? ¡Pareces tonto! La ruina es igual para todos. Únicamente tienes sobre mí la inmensa ventaja de ser joven y carecer de mujer e hijos.... ¡Ay, quién estuviera en tu piel!
Y con pobre mesa i casa en el campo deleitoso á solas su vida pasa: con solo Dios se compasa ni envidiado ni envidioso. Asi se lamentaba del mortal odio i demasiado poder de sus calumniadores: de la seguridad i ventaja con que estos le hacían guerra: del olvido de algunos de sus amigos: de la vana é impotente compasion de otros, i de las interrupciones i dudoso éxito del proceso.
Daba sus consejos al doctor Le Bris, hablaba en italiano con el conde y la señora de Villanera y lamentaba no saber el francés para poder entablar más amplio conocimiento con Germana. Se le veía sentado delante de ella durante horas enteras, buscando una frase o mirándola sin decir nada con esa cortesía tranquila y muda que reina en todo Oriente.
Seguramente que si misia Casilda sabe que en la ocasión en que ella tanto se lamentaba de la ocurrencia, era portador Agapo de una carta traidora, que había de encender más la hoguera sobre la cual ella, por amor propio y amor de su sobrino, trataba de echar el agua fría de la reflexión, no hubiera sido flojo el escándalo.
Palabra del Dia
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