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Actualizado: 19 de junio de 2025
Se reflejaban en los espejos ovalados a la moda antigua, fijado en los tableros blancos, en los que producían un efecto bastante lucido. ¡Extraño cortejo!
Le quería para Verónica, con el piadoso fin de que no tuviera ésta marido más lucido que ella; y se miraba mucho en el capítulo de las zumbas a la interesada, porque, hasta la fecha, era el caso de la generala harto más mordible que el de su amiga.
Esta es una situación divina murmuró Golfín, considerando que no podía hacer mejor cosa que dar lumbre a su cigarro . No hay mal que cien años dure. Aguardemos fumando. Me he lucido con querer venir solo y a pie a las minas de Socartes. Mi equipaje habrá llegado primero, lo que prueba de un modo irrebatible las ventajas del adelante, siempre adelante.»
En no pocas ocasiones, el P. Enrique había lucido, en sentir de sus oyentes, una elocuencia conmovedora; pero jamás produjo tan honda impresión en los ánimos como la noche del Domingo de Resurrección. Incitado D. Anselmo, después de otros menos importantes ataques, llegó a decir lo que sigue: Todo es hablar de caridad y devoción, pero, bien mirado, no se ve en vosotros sino egoísmo.
León Pinelo, en sus Anales manuscritos de Madrid, habla así de la entrada del Príncipe: Domingo 26 de marzo 1623. «Las galas y libreas fueron riquísimas, el adorno de las calles lucido y puestos á trechos Theatros con danzas, bayles y comedias, máscaras y otras invenciones. El dia no fué muy favorable, porque llovió toda la mañana, aunque la tarde dió lugar á la entrada.
Pues si de estar buscándola ya se trataba, como ellos iban sospechando, y le veían lúcido, sano y contento, ¿qué más necesitaban saber por de pronto? Ya se andaría lo que faltaba por andar; ya les daría la sorpresa de las sorpresas cuando fuera la hora de dársela... Pero ¿por qué lado la tomarían entonces?
Vaya... di que no me he lucido... En fin, no se habla más de eso. Di si me quieres, sí o no... pero pronto, pronto. Al otro día, en las alturas de Tibidabo, viendo a sus pies la inmensa ciudad tendida en el llano, despidiendo por mil chimeneas el negro resuello que declara su fogosa actividad, Jacinta se dejó caer del lado de su marido y le dijo: «Me vas a satisfacer una curiosidad... la última».
Yo voy a que Worth me haga dos o tres trajecitos... sencillos, porque no siendo señora casada.... Uno de patinar.... ¡me muero por el Skating!... En la Casa de Campo el año pasado.... ¿te acuerdas, Amalia? Aquel día.... ¿Que dijo el rey que te habías lucido?... Sí, pues me acuerdo.... ¡vaya!
No, no iré... Yo no tengo derecho a entrar en vuestras casas. Sois los hijos, los sucesores de aquellos comerciantes de mi casta, viejos compañeros que antes morían que faltar a la honradez. No podría entrar en vuestras tiendas: soy el dueño de Las Tres Rosas, un quebrado, uno a quien embargan y que ningún comerciante honrado puede considerar como amigo.... ¡Ay, mi pobre tienda...! ¡Te has lucido, Eugenio! Sesenta años de honradez inquebrantable, llegar a una edad a que pocos llegan, y todo ¿para qué? Para ver desmoronarse en un día lo que tanto me costó de edificar.... Pero ¿en qué tiempos estamos? ¿Qué hombres son estos que se juegan el porvenir, la tranquilidad de la familia, que pierden la honra y huyen tan frescos? La maldita ambición de subir y el salirse de la esfera los pierde a todos....
Entonadas hidalgas, ya caminasen a pie ya a las ancas de una mula que montaba y dirigía respetable escudero, ya en soberbios y dorados palanquines, solían llevar lucido séquito de dueñas, lacayos y pajes para mayor autoridad y decoro. Los magnates y señores ricos se mostraban cabalgando en hermosos caballos con ricos jaeces y con numerosa comitiva de criados y familiares de sus casas.
Palabra del Dia
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