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4 El limpio de manos, y limpio de corazón; el que no tomó en vano mi Nombre, ni juró con engaño. 5 [El] recibirá bendición del SE

DORA. ¿Está usted muy segura de que no pensará más en ella? JULIA. Se lo juro; puede usted entregarse con toda confianza al dulce dueño, que la iniciará.

Entendedme; las verdades, cuando las lleva un correo, llegan verdades sopladas, y ganan ciento por ciento. Pero volviendo á nosotros, ¡mal hayan, amén, los versos! se me escapan como el flato. ¡Juro á Dios!... ¡Guardad, Quevedo! Decís bien; no está en mi mano; es ya enfermedad de perro; comezón, archimanía. ¿Qué buscáis aquí? Pretendo... ¿Lo véis? vos tenéis la culpa. ¿Yo la culpa?

Seré una santa como ... Di si quieres...». Maxi la interrogaba con su mirada luminosa. «Di si quieres. Verás cómo lo cumplo. Seré una mujer modelo, y tendremos hijos y yo... Pero has de hacer lo que te digo. Yo te juro que no me volveré atrás, y te querré.

Si le he matado dijo el cocinero en una de sus frecuentes salidas de tono , ha sido sin querer... os lo juro... llevaba yo la daga por delante... la noche era muy obscura... ¡Mentís! dijo el bufón mirando profundamente al cocinero, cuyo semblante estaba desencajado ; ¡mentís tan descaradamente, como villanamente habéis muerto al sargento mayor!

Puede estar seguro de que no me ocuparé en delatarle. ¿Qué daño puede hacer usted? ¿Yo?... Daño.... respondió el fanático con una mueca feroz, que en él equivalía á la sonrisa. Poco será el que usted haga y por poco tiempo. Eso se lo juro á usted. Con que voy á hacerle el favor de marcharme. Adiós.

Don Mariano supo en el día la terrible noticia. ¡El capitán Pérez estaba ad portas!... Sin perder un momento, requirió una contestación categórica de Coca... Y Coca, que no quería otra cosa, le juró que jamás había amado al capitán Pérez... Vázquez le preguntó aún: ¿Está usted segura, Coca, de no haberlo querido... y de que nunca hubiese llegado a quererlo?...

Quedóse pensativo el famoso guerrero y por fin se echó á reir. ¡Juro por San Jorge no tomar cartas en el asunto! exclamó. Mi muy amada hija es árbitra de su elección, pues la juzgo muy capaz de mirar por misma y elegir con acierto.

Señor de Pierrepont exclamó la vizcondesa, oprimiendo el brazo del marqués ; por todo lo que más quiero y lo que más respeto; por todo cuanto hay de más sagrado, le juro... ¿me oye usted? le juro que Beatriz es inocente de lo que la acusa. ¡Sin duda, se lo ha dicho ella! murmuró Pierrepont sonriendo con amargura.

Los nervios de la antigua florista se desataron así que se vió a solas con su querido. Las palabras más soeces del repertorio de los cocheros de punto brotaron a sus labios temblorosos. Pateó, juró, rechinó los dientes, profirió mil estúpidas amenazas.