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Actualizado: 16 de mayo de 2025


Acaba usted de infundirme calor, amigo mío! ¡Qué historia! Ha tenido usted un gran acierto en contármela, porque, en efecto, soy el hombre que usted necesita. Conmigo no se juega. Conozco los negocios y los hombres, y también las mujeres... ¡Oh! amigo Tragomer... ¡Cómo ha debido usted quemarse la sangre durante la travesía dando vueltas á toda esta aventura!

Todos los juegos no son tan viejos como las bolas, ni como las muñecas, ni como el cricket, ni como la pelota, ni como el columpio, ni como los saltos. La gallina ciega no es tan vieja, aunque hace como mil años que se juega en Francia.

Un día está de buen humor Quiroga, y juega con un joven, como el gato juega con la tímida rata: juega a si lo mata o no lo mata; el terror de la víctima ha sido tan ridículo, que el verdugo se ha puesto de buen humor, se ha reído a carcajadas, contra su costumbre habitual. Su buen humor no debe quedar ignorado: necesita explayarse, extenderlo sobre una gran superficie.

Pero si la suerte le volvía la espalda, tendría el mismo gesto decisivo del oficial que se juega los fondos confiados á su custodia ó comete otros delitos contra el honor. No lo duden; mi teniente sabrá serlo cuando llegue la hora mala. Es un loco, un histrión vanidoso, pero conoce la vergüenza del hombre de guerra. Lo repito: se pegará un tiro. Y oía en su imaginación el imperial pistoletazo.

Como un jugador de ajedrez que juega solo y lo mismo se interesa por los blancos que por los negros, don Álvaro cuidaba de los negocios conservadores lo mismo que de los liberales. Eran panes prestados.

Se tropezó con un señor que caminaba entre las mesas agitando las manos detrás de su espalda y mascullando frases ininteligibles. El amigo Lewis. ¿Ha visto usted cómo juega? dijo con acento de cólera al reconocer al príncipe . Como una bestia, como una verdadera bestia.... No debían dejar entrar á las mujeres. Toda la tarde había estado perdiendo, de acuerdo con las reglas y la experiencia.

»Estás a cien leguas de lo que te está diciendo, sin atender a otra cosa que a la hija adorada que juega junto a ese maldito estanque en el cual podría caer corriendo y sin pensar más que en el fresco de la noche que pueda helarla, porque recuerdas que su madre, a los veintidós años, sucumbió víctima de una de esas enfermedades que siegan en flor la vida.

General escandalizado; ¡tal horror no sucederá mientras yo gobierne! ¡Que se cierren las escuelas porque se juega! ¡Hombre, hombre, hombre! ¡primero presento la dimision! Y S. E. estaba verdaderamente escandalizado. Pero, mi General, vale más que se cierren por algunos días que no por meses. ¡Eso sería inmoral! añadió el P. Irene más indignado todavía que su Excelencia.

Las iras comprimidas por tan largo tiempo, se habían desbordado; se gritaba, se forcejeaba, se luchaba. ¡Y qué! ¿el oro tenía que burlarse siempre del comercio honrado, del que no juega, del que no busca en la especulación sino en el trabajo el bienestar y el sustento? La mano de míster Robert, al arrojarle de un revés, de su insolente altura, había hecho justicia.

Miró á Castro una vez más, como á un enemigo astuto que disimula su pensamiento, y se aventuró á hacer una pregunta: Y mi parienta la de Delille, ¿cómo juega? Atilio fijó los ojos en él sin malicia alguna, extrañándose del interés que mostraba por la duquesa; pero no pudo hablar, pues se le adelantó Lewis. Odiaba á las mujeres, especialmente en la mesa de juego.

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