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Actualizado: 5 de mayo de 2025
El terror invadió su alma. ¿Dónde estaban sus convicciones, su profesión de fe? Su espíritu hallábase vacío, y no veía nada seguro sobre qué poder apoyarse para no caer en el fondo de aquel abismo negro, espantoso. «Mis convicciones balbuceó, imaginándose que se encontraba ante los jueces . Todo el mundo conoce mis convicciones. Estoy convencido de que...»
La vida de a caballo, la vida de peligros y emociones fuertes han acerado su espíritu y endurecido su corazón; tiene odio invencible, instintivo, contra las leyes que lo han perseguido, contra los jueces que lo han condenado, contra toda esa sociedad y esa organización de que se ha sustraído desde la infancia y que lo mira con prevención y menosprecio.
No sé si, como aseguran cuerdos jueces, volvemos en América al romanticismo de Espronceda, si otra vez repetiremos el «románticos somos» de Rubén Darío, del Rubén envejecido y suspirando por la juventud que se acabó.
Los jueces discretos castigan, pero no toman venganza de los delitos; los prudentes y los piadosos mezclan la equidad con la justicia, y, entre el rigor y la clemencia, dan luz de su buen entendimiento.
Ultimamente, el doctor don Vicente Maza, el secretario de Rosas y procesador de los reos, murió también degollado en la sala de sesiones; de manera que Quiroga, sus asesinos, los jueces de los asesinos y los instigadores del crimen, todos tuvieron en dos años la mordaza que la tumba pone a las revelaciones indiscretas. Id ahora a preguntar quién mandó matar a Quiroga. ¿López? No se sabe.
Irene, á la cual conceden los jueces del campo el derecho de elegir para su defensa á uno de los tres caballeros, se decide por Laura, por conceptuarla el más débil de los tres, creyendo que el acusador es su propio esposo, y con la esperanza de exponer á menor peligro al Rey, á quien ama cual cumple á una esposa fiel y enamorada.
Otros pequeños pormenores habían afirmado a Ferpierre en la sospecha de que, como en los anteriores interrogatorios, en ese también la joven tomaba en cierto modo la iniciativa de la explicación del drama, e incitaba al Príncipe a seguirla; pero, con todo, estaba decidido a enviarla ante los jueces para que el debate público acabara de arrojar la luz sobre aquel misterio.
Entre ellas sobresalen El Cementerio de Campaña de Grey, El Salmo de la Vida de Longfelow y El Apóstol de Beranger, que así por la celebridad universal de los testos, como por la manera magistral con que están manejados, jueces muy competentes estiman como los trabajos mas notables que encierra este libro.
Estaba la antesala atestada de damas de todas clases, de magos de todos colores, de jueces, mercaderes, oficiales y pedantes, que todos estaban quejosos del ministro.
En la frecuentación de los revolucionarios durante los preparativos del complot no había podido, dominado como estaba por otra idea, poner mientes en las razones que los armaban: el amor a la libertad, el odio a la tiranía, la sed de justicia, el ideal de fraternidad eran incomprensibles para el enamorado vengador; pero, cuando arrestado y enjuiciado, conoció el trato brutal de la policía, la inconsciencia de los jueces, el heroísmo de los conjurados; cuando se vio desterrado de la patria; cuando observó, recorriendo el mundo, con la muerte en el alma, el doloroso contraste de las grandezas soberbias y de las miserias incurables, un nuevo ideal lució repentinamente ante sus ojos: la redención humana.
Palabra del Dia
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