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Actualizado: 5 de mayo de 2025


24 Entonces los hijos de Israel se fueron también de allí, cada uno a su tribu y a su familia, saliendo de allí cada uno a su heredad. 1 Aconteció en los días que gobernaban los jueces, que hubo hambre en la tierra. Y un varón de Belén de Judá, fue a peregrinar en los campos de Moab, él y su mujer, y dos hijos suyos. 3 Y murió Elimelec, marido de Noemí, y quedó ella con sus dos hijos;

Evocólo todo, y pensó en lo que á ella le parecía ser los destinos de la mujer. Comprendió que si no hubiera matrimonio se acabaría el mundo, y recordó haber pensado varias veces que una mujer casándose sería lo que deben ser las mujeres. Con esta dosis de lógica se aventuró á dar una respuesta á sus jueces, segura de que las tres habían de quedar muy satisfechas y complacidas.

Los desdichados, en sus rebeliones, no se equivocaban al odiar una religión que exige al miserable que se resigne con su suerte y no reclama de los ricos más que una caridad de la que ellos son los únicos jueces, pudiendo graduarla conforme á su egoísmo.

Anoche le ha visto usted en su casa bajo el nombre de Herbert Carlton, y es de esperar que sabrá explicar á usted, mejor que lo hizo á los jueces, las circunstancias que le comprometieron. Una condena es siempre una mala nota entre personas honradas... No se condena á la gente con tanta facilidad... Y si América es el país de la sinceridad, Francia es el de la justicia.

Lloraba por toda respuesta cuando le hacían preguntas sobre los hechos de su vida anterior, ó permanecía silenciosa, inmóvil, con la mirada perdida, lo mismo que si se tratase de la suerte de otra mujer. No necesitaban los jueces militares de sus confesiones: sabían detalle por detalle toda su existencia durante la guerra y en los últimos años de la paz.

El gaucho será un malhechor o un caudillo, según el rumbo que las cosas tomen en el momento en que ha llegado a hacerse notable. Costumbres de este género requieren medios vigorosos de represión, y para reprimir desalmados se necesitan jueces más desalmados aún. Lo que al principio dije del capataz de carretas, se aplica exactamente al juez de campaña.

Pero los jueces de paz y los de la cabecera no se atrevían á darle la razon, temiendo la cesantía, escarmetados en la cabeza de uno que fué inmediatamente depuesto. Y no eran malos por cierto aquellos jueces, eran hombres concienzudos, morales, buenos ciudadanos, excelentes padres de familia, buenos hijos... y sabían considerar la situacion del pobre Tales mejor de lo que el mismo Tales podía.

Adivinaba la profundidad de la sima y los horrores que ocultaba, pero no podía romper las tinieblas de que estaba llena. Entonces pensó que su empeño era cuestión de tiempo. "No puedo pretender," se decía, "resolver de golpe un problema tan arduo y tan complicado y que han estudiado ya de buena fe jueces competentes y sabios, sin encontrar la solución.

«Casi me alegro de esto decía , porque si no estuviera aquí estaría ya muerta de horror y asco...». Además, la prisión no podía durar, porque los jueces, ¡cosa evidente!, habrían de convencerse pronto de la inocencia de la pobrecita demandante.

4 Si su amo le hubiere dado mujer, y ella le hubiere dado a luz hijos o hijas, la mujer y sus hijos serán de su amo, y él saldrá solo. 6 Entonces su amo lo hará llegar a los jueces, y le hará llegar a la puerta o al poste; y su amo le horadará la oreja con lezna, y será su siervo para siempre. 7 Y cuando alguno vendiere su hija por sierva, no saldrá como suelen salir los siervos.

Palabra del Dia

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