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Actualizado: 14 de octubre de 2025


Y las he cumplido, señor; quién es el delincuente, ó por mejor decir, los delincuentes. Yo debí de haber matado á Francisco de Juara pensó Quevedo ; á veces la caridad es tonta, estúpida. Acúsome de necio: encerrado me doy. El alguacil entre tanto sacaba un mamotreto de entre su ropilla. He aquí las diligencias de la averiguación de ese delito, excelentísimo señor dijo el corchete.

Hace un mes que está sucediendo esto. Por lo mismo, apostaría cualquier hacienda á que el conde está en Madrid y en su casa á estas horas. Pues eso es peor, mucho peor. Guardaráme más profundo la condesa. Ya encontraremos hurón que llegue hasta lo último de la madriguera. Paréceme que me engañas, Juara.

¿Será sino de la sangre de los Girones dijo el encontrarse siempre metida en grandes empresas? ¿quién sabe? ¡pero aquí hay algo grave! ¿que no haya leído Lerma delante de la carta de la duquesa? ¿que no haya yo podido ver lo que ha hecho ese noble joven, en el breve espacio que ha estado inclinado sobre don Rodrigo Calderón, entretenido en detener á ese bergante de Juara? pero puedo ver algo... y algo tal, que sea una chispa que me alumbre.

Ciertamente; si al rey don Felipe no se le hubiera ocurrido armar la Invencible y enviarla á saludar á la reina de Inglaterra, la tempestad no hubiera deshecho la armada; no hubiera ido un jinete al Escorial á dar al rey la nueva del fracaso; la duquesa de Gandía no hubiera ido al cuarto de la infanta doña Catalina, ni el duque de Osuna al coro en busca del rey; no se hubieran encontrado, pues, á obscuras duquesa y duque; no hubiera nacido Juan, y no existiendo Juan, al soltarme de San Marcos me hubiera yo ido á Nápoles en vez de venirme á Madrid, y no me hubiera encontrado con la buena, buenísima hija del duque de Lerma: ni ella me hubiera dado la carta de la camarera mayor para su padre, ni por consecuencia, hubiera yo encontrado en el zaguán del duque á Juan Montiño, ni hubiera salido por el postigo de la casa del duque después de haber hablado con su excelencia, ni hubiera encontrado á Juan Montiño, que me acometió equivocándome con don Rodrigo, á quien esperaba para matarle, y si yo no hubiera estado allí cuando don Rodrigo salió, Juan Montiño muere; porque Francisco de Juara, que guardaba las espaldas á don Rodrigo, no se hubiera encontrado con mi espada, hubiera dado un mal golpe por detrás á nuestro mancebo, mientras don Rodrigo le entretenía por delante.

Francisco de Juara me contó lo que había acontecido á su señor con Juan Montiño, y Juan Montiño se alegró mucho en hallarme y yo de hallarle y... pero vamos al secreto.

No lo dudo; ni tampoco de que les darás buen ejemplo; pero llegamos á la puerta de Segovia: adentro, y torzamos hacia el alcázar. Arremetieron los dos jinetes por la puerta, y poco después Quevedo, echando pie á tierra en la puerta de las Meninas, dijo á Juara dándole las bridas: Desde ahora estás á mi servicio. Muy bien, don Francisco, y me alegro.

Ver claro cuando está obscuro, y desembozar tapados, son dos cosas necesarias á todo buen hidalgo cortesano; y más en estos tiempos en que es tan fácil á medio rodeo dar con la torre de Segovia; ¡hermano Juara, vomita! No me atrevo: don Rodrigo... Ni acuña mejor oro que el que yo gasto, ni usa mejor hierro que el que yo llevo. ¡Pero don Francisco!

¡Ah! por mis pecados, condesa de Lemos dijo Quevedo , que no sabía yo que tan valiente érais. Las mujeres son diablos, don Francisco repuso Juara. Y aun archidiablos; una perdió al mundo y sus nietas siguen perdiéndole; aconsejadas siguen por el diablo. ¡Audacia como ella! Pero cuenta, hijo, cuenta; así entretendremos el tiempo. ¿Cómo te me he venido yo á las manos? ¡Lance más donoso!

Hubo que don Rodrigo me dijo : No conozco á quien la acompaña; persona debe ser cuando tan tirado platican y tan despacio caminan. Podrá suceder que cuando llegue el caso ese hombre me venza. Anda y busca una ronda, Juara. ¿Y hubo lance? Lance hubo. ¿Hubo sangre? Hubo un desarme... ¿Quién mandó? El embozado del portal. ¡Ah! Pues no sabía yo que tenía tan buen pariente.

Entretanto el hombre á quien zurraba Quevedo, no pudo resistir más y huyó dando voces. Habéis acabado ya por lo que veo, ó más bien por lo que no escucho dijo Quevedo á Juan Montiño. , por cierto contestó Juan. Ya sabía yo que teníamos difunto; pero ese rufián de Juara va dando voces, y por sus voces pueden dar con nosotros, y con nosotros en la cárcel.

Palabra del Dia

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