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Actualizado: 14 de octubre de 2025
¿Está muy lejos ese ventorrillo? Como un tiro de arcabuz. ¿Sabes que, sin ofensa, no me fío de ti, Juara? Hacéis bien en no fiaros, porque no soy hombre de fiar; pero hoy me confieso vuestro. Pues echa delante, que mejor quiero ver si eres gallardo, que no que tú me veas las espaldas. No me quejo, y delante echo. Vóime fiando de ti, porque te tengo fiado. Dentro de poco fiaréis más.
Encontréle en casa del duque de Lerma, á donde yo iba en busca del cocinero mayor, y le metí en la casa. Pero en la puerta me encontré antes de hablar con Montiño... ¿á quién diréis que me encontré?... No adivino. A Francisco de Juara. Lacayo y puñal de don Rodrigo Calderón... ¡ah! ¡ah! ¡hermano Quevedo, y qué conocimientos tenéis! El conocer no pesa.
Llegué con la ronda, pero tarde: seguí á ese embozado de orden de don Rodrigo, metióse aquí, pretendió pasar de las escaleras, sin conseguirlo, y hace una hora que él está allí sentado, y que yo le estoy dando centinela. Por el cuento dijo Quevedo, sacando una moneda del bolsillo ; porque pierdas la memoria y sacó del bolsillo otra moneda. ¿La memoria de qué? dijo Juara.
Esta mañana dijo Juara , en la hora en que fuí á comer mi olla, encontréme con un criado de la condesa de Lemos, antiguo amigo y compañero mío. Este tal me dijo sin rodeos: traigo para ti treinta doblones. Pues quiera Dios que yo los pueda tomar, que harto bien me vienen repliqué , y los doblones no llueven así como se quiera; ¿de qué se trata?
Palabra del Dia
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