United States or Canada ? Vote for the TOP Country of the Week !


Miguel había oído varias veces citar su nombre entre los astros del toreo; pero como gloria pasada; tanto, que lo juzgaba retirado hacía tiempo. El hermano era un muchacho de veinticinco o veintiséis años, buen mozo, de rostro hermoso aunque algo afeminado. Merluza un jayán monstruosamente feo. Los dos aficionados, jovencitos barbilampiños, escuálidos, y vestidos a la última moda.

Y era la gala que aquel jayán, cuando había para ello espacio bastante, porque el paño de la bandera tenía lo menos cuatro varas en cuadro, revolotease la bandera girándola en torno, paralela al suelo, de modo que, agachándose los muchachos y hasta algunos hombres y mujeres, eran por ella cobijados y benditos.

Y al decir esto, enseñaba sus dientes blancos y fuertes de salvaje, con una expresión de hambre feroz: hambre de comida y de carne femenil, deseos de atracarse de una vez de aquellas cosas maravillosas que, según vagas noticias, devoraban los ricos; de gustar de un solo trago el amor brutal que turbaba sus sueños de jayán casto; de conocer la hembra, divinidad que admiraba de lejos al descender de la sierra y cuyos tesoros ocultos creía adivinar contemplando las grupas lustrosas y ágiles de las yeguas, las ubres sonrosadas y blancas de las vacas... ¡Y después, morirse! como si conocidas y apuradas estas sensaciones misteriosas, no restase nada de bueno en su vida de trabajo y privaciones.

Una modista de California, que se llamaba propietaria, y se mudaba tres veces por dia, descollando por sus encajes, sus enormes dientes y sus amabilísimas muecas, se había empeñado en conquistar al Irlandes á todo trance; pero el buen viejo, que parecia entender mejor el verbo to drink, hecho para el paladar, que el to love, destinado á las honduras del corazon, le frunció las cejas de tal modo á la modista, que la infeliz, para vengarse de la altiva Irlanda, se resignó á coquetear con el jefe de ingenieros del vapor, jayan de la raza pura de John Bull.

Distinguió también a su tía y a las otras dos matronas que, ayudadas de un jayán, estaban claveteando tablas y armando un toldo. Poco después, mirando para la acera de la Casa-Panadería, alcanzó a ver a Juan Pablo, sentado en uno de los puestos de limpia-botas, y leyendo un periódico mientras le daba lustre al calzado.

Algunas son simpáticas y moralmente bellas. Así el médico D. Jacinto; el virtuoso, enérgico y sencillo Padre Baquero, rústico jayán injerto en santo y venerable siervo de Dios, rico en evangélicas virtudes, y la linda Merceditas, que si bien se ve en segundo término y muy esfumada, es una excelente joven. De la protagonista es poco cuanto se diga, para alabarla.

El camino de aquí a Ronda es corto, la priesa que nos daremos mucha, y si vos os tomáis el cargo de abrir un par de puntos a la cabeza medio bautizada de Muley, después mientras se emparcha y acuden los suyos, ya nosotros estaremos en salvo puerto, a no ser que encomendéis a la punta de vuestra espada visite bien visitado el pecho de ese jayán, y lo dejéis, y esto sería lo mejor, de manera que no piense en moverse de aquí hasta el día del juicio.