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Actualizado: 24 de mayo de 2025
Desde Santo Domingo bajamos hacia el río Tormes, pasando por un barrio en ruinas, en el cual hubo, hasta los tiempos de Enrique IV, un antiquísimo Alcázar Regio, que los monárquicos salmantinos de entonces juzgaron oportuno destruir, con anuencia del mismo Rey, para que no lo ocupasen los rebelados nobles. En aquella parte de la ciudad estuvo también la Judería.
IV. Torres Aguilera, Crónica de varios sucesos, parte 3.ª, caps. 7.º y 8.º Babia, Historia pontificia, parte 3.ª, cap. 7.º Vanderhamen, libs. IV, V y VI. V. las Memorias de la Academia de la Historia, tomo VI, apéndice 13.
Hallábanse en él el excelentísimo señor don Luis Jerónimo Fernández de Cabrera Bobadilla y Mendoza, conde de Chinchón, virrey de estos reinos del Perú por S. M. don Felipe IV, y su íntimo amigo el marqués de Corpa. Ambos estaban silenciosos y mirando con avidez hacia una puerta de escape, la que al abrirse dió paso a un nuevo personaje. Era éste un anciano.
No hacen memoria alguna los historiadores, de un escribano del crimen de la real Audiencia, que vivió en Sevilla hace tres siglos, y por cierto que es gran lástima, y es imperdonable olvido, pues el tal quedó como hombre famoso y dió mucho que hablar en la ciudad y metió en ella ruído, teniendo que intervenir en sus asuntos el mismo rey Felipe IV y todo el Concejo, como verá el que siga leyendo.
Fernando fué mal hijo: conspiró contra su padre Carlos IV, cuya imbecilidad no disminuía el valor de su benevolencia; conspiró contra el trono que debía heredar más tarde, y aun amenazó la vida del que le dió el ser. Después se arrastró á los pies de Napoleón como un pordiosero, mientras España entera sostenía por él una lucha que asombró al mundo.
Tras los cesares grandes, fatales para España, venían los chicos: el fanático Felipe III, que daba el golpe de misericordia expulsando a los moriscos; Felipe IV, un degenerado con aficiones literarias, que escribía versos y cortejaba monjas, y el miserable Carlos II. Nunca ha habido en España tanta religiosidad, don Antolín decía Luna . La Iglesia era dueña de todo.
¡Oh! señora respondió el cura descontento, San Pablo es la gloria de la Iglesia... Pero como no quiero que le crea usted el padre de las solteronas voy a leerle una carta muy curiosa del Papa Inocencio IV a propósito de las solteronas. Allí verá usted la doctrina de la Iglesia en plena Edad Media, y, por consecuencia, una rehabilitación de San Pablo.
EL «CHAUFFEUR». ¡Cómo! ¡Se baten y después se van juntos! ¡Qué asquerosa es la gente del gran mundo! ¡Y decir que he estado a punto de zurrarme con mi colega a causa de este tío imbécil...! Páginas. I. Curso de literatura 5 II. Curso de declamación 17 III. Curso de euritmia 31 IV. Curso de natación 47 V. Curso de idiomas 63 VI. Curso de «bridge» 77 VII. Curso de belleza 91
Según tradición, conservada en la familia, estos vasos, traídos del Perú por el séptimo Porreño, almirante y consejero del rey , fueron mirados al principio con gran recelo por la devota esposa de aquel señor, que creyendo fuesen cosa diabólica y hecha por las artes del demonio, como indicaban aquellos cabalísticos y no comprendidos signos, resolvió echarlos al fuego; y si no lo hizo fué porque se opuso el octavo Porreño , el mismo que fué después consejero de Indias y gran sumiller del señor rey don Felipe IV. Junto á la cama campeaba un sillón de vaqueta chaveteado, testigo mudo del pasado de tres siglos.
Retrato de la Infanta doña Margarita María de Austria, hija de Felipe IV, cuadro pintado con pincel franco y libre y a la primera vez . En el de 1858 figuró con el núm. 198, y como retrato de la Infanta doña María de Austria, hija de Felipe IV, sin decir si era doña Margarita o doña Teresa.
Palabra del Dia
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