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Actualizado: 8 de octubre de 2025
Tuvo deseos de salvar á tantos inocentes, pensó escribir y dar parte á la justicia; pero un coche vino y bajaron el P. Salví y el P. Irene, ambos muy contentos, y como nube pasagera, se desvanecieron sus buenos propósitos. ¡Qué me importa? se dijo ¡que paguen los justos con los pecadores!
El P. Sibyla ni le miraba siquiera; le dejaba bufar; el P. Irene, más humilde, procuraba escusarse acariciando la punta de su larga nariz. S. E. se divertía y se aprovechaba, á fuer de buen táctico como se lo insinuaba el canónigo, de las equivocaciones de sus contrarios.
Y para cohonestar esta pretension decía Ben Zayb: ¡Porque, figúrense ustedes! ¡si descubro la trampa del espejo delante del público de los indios! ¡Le quitaría el pan al pobre americano! Ben Zayb era un hombre muy concienzudo. Bajaron unos doce, entre ellos nuestros conocidos don Custodio, el P. Salví, el P. Camorra, el P. Irene, Ben Zayb y Juanito Pelaez.
El P. Irene, prosiguió Makaraig, me ha enterado de todo lo que ha pasado en Los Baños. Parece que estuvieron discutiendo lo menos una semana, él sosteniendo y defendiendo nuestra causa contra todos, contra el P. Sibyla, el P. Hernandez, el P. Salví, el General, el segundo Cabo, el joyero Simoun...
Contaban que á su Excelencia le habían dicho: Es menester que haya alguno para que quede en salvo el prestigio de la autoridad y no se diga que hemos metido mucho ruido para nada. La autoridad ante todo. ¡Es menester que se quede alguno! Queda uno solo, uno que, segun el P. Irene, fué criado de Cpn. Tiago... No hay quien le reclama...
Esta tambien perdió después su precedencia y autoridad, cuando el mismo Alejos, por quedar sin hijo varon, casó su hija primogénita Irene, con Alejos Paleólogo, dándole título de Déspota, que es lo mismo que llamarle á uno señor, y fuera sin duda Emperador si no muriera antes que su suegro; de suerte que la dignidad de César en aquel Imperio es la tercera, por ser la primera la de Déspota, y la segunda la de Sebastocrator.
El P. Camorra echó el cuerpo hácia atrás como si tuviese asco, el P. Salví la miró de cerca como si le atrajesen las cosas sepulcrales; el P. Irene sonreía con la sonrisa del inteligente; D. Custodio afectaba gravedad y desden, y Ben Zayb buscaba su espejo; allí debía estar, pues de espejos se trataba. ¡Como huele á cadaver! dijo una señora; ¡puff! Y se abanicó furiosamente.
General escandalizado; ¡tal horror no sucederá mientras yo gobierne! ¡Que se cierren las escuelas porque se juega! ¡Hombre, hombre, hombre! ¡primero presento la dimision! Y S. E. estaba verdaderamente escandalizado. Pero, mi General, vale más que se cierren por algunos días que no por meses. ¡Eso sería inmoral! añadió el P. Irene más indignado todavía que su Excelencia.
Aquello fué una delicia: se quemó mucho incienso, se cantó mucho en latin, se gastó mucha agua bendita el P. Irene en obsequio de su amigo cantó con voz de falsete el Dies iræ, desde el coro y los vecinos cogieron verdadero dolor de cabeza con tanto doblar á muerto. Doña Patrocinio, la antigua rival de Cpn.
Aterrado el P. Irene huyó y, como el cadáver se le había agarrado, en su huida lo arrastró fuera de la cama, dejándolo en medio del aposento. A la noche el terror llegó á su máximum. Habían tenido lugar varios hechos que hacían creer á los timoratos en los agentes provocadores.
Palabra del Dia
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