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Actualizado: 8 de octubre de 2025


Si yo estuviese en su caso no me los darías, monigote añadió cogiéndole cariñosamente de la oreja . Ya sabría yo tenerte bien amarradito a mis faldas. Lo creo repuso el joven dirigiéndola una larga mirada que nada tenía de filial . Usted tiene más recursos que Irene. ¿Pues? preguntó ella con otra mirada poco maternal. Porque usted es una mujer más complicada; que necesita más estudio.

¡Puf! ese no es ningun guante, pero por el olor parece un calcetin. Y lo más gracioso, continuó Makaraig, es que el P. Irene nos recomienda celebremos el hecho con un banquete ó una serenata con antorchas, ¡una manifestacion de los estudiantes en masa dando gracias á todas las personas que en el asunto han intervenido!

Pero ni Simoun, ni Ben Zayb, ni el P. Irene, ni el P. Camorra la sabían y pidieron el cuento unos por guasa y otros por verdadera curiosidad. El clérigo, adoptando el mismo tono guason con que algunos se lo pedían, como un aya cuenta un cuento á los niños dijo: Pues érase un estudiante que había dado palabra de casamiento á una joven de su país, y de la que al parecer no se volvió á acordar.

Encuentran en una aldea inmediata á un labrador, llamado Cloro, vivo retrato del Príncipe asesinado, y le proponen hacerse pasar por aquél y casarse de este modo con Irene, para cuyo fin le entregan las cartas, que servían de credenciales al muerto.

Juanito Pelaez que tambien era amigo de la bailarina se ofrecía á arreglar el asunto, pero Isagani sacudió la cabeza y dijo que era bastante haberse servido del P. Irene y que sería demasiado valerse de la Pepay en asunto semejante. ¡Veamos el otro medio! El otro es acudir á su abogado consultor, al señor Pasta, el oráculo ante quien se inclina don Custodio.

Y murmuró al oido del General: De ése le he hablado á usted, es muy rico... la señora condesa se lo recomienda eficazmiente. ¡Ah! Un estudiante de Medicina, un tal Basilio... De ese Basilio no digo nada, repuso el P. Irene levantando las manos y abriéndolas como para decir dóminus vobiscum; ese para es agua mansa.

Y el P. Camorra cerraba sus puños. Y á decir verdad, observó el P. Sibyla como dirigiéndose nada más que al P. Irene; el que quiere enseñar, enseña en todas partes, al aire libre: Sócrates enseñaba en las plazas públicas, Platon en los jardines de Academo, y Cristo en las montañas y lagos.

LICANOR. Parto de aquesas montañas, Que, equivocando las señas, Para ser fiera eres hombre, Para ser hombre eres fiera... FENCIS. Racional nube, que el viento Para rayo suyo engendra, Pues el trueno de tu voz Espeluzna y amedrenta... IRENE. Prodigio, ilusión y asombro, Que ha bosquejado la idea De algún informe concepto De soñadas apariencias... REY. Qué mal entendido rumbo...

Son soberbios, y mientras más se les da, más quieren.... Ya es cosa hecha que Pablo se casará con su prima: es buena pareja; los dos son guapos chicos; y ella no parece tonta... y tiene una cara preciosa, ¡qué lástima de cara y de cuerpo con aquellos vestidos tan horribles!... No, no, si necesito vestirme, no me traigan acá a la modista de Santa Irene de Campó. Esto decía cuando entró Carlos.

Y gruñendo y sin hacer caso de las disculpas del P. Irene que trataba de esplicarse frotándose la trompa para ocultar su fina sonrisa, se fué al cuarto de billar. P. Fernandez, ¿quiere usted sentarse? preguntó el P. Sibyla. ¡Soy muy mal tresillista! contesta el fraile haciendo una mueca. Entonces que venga Simoun, dijo el General; ¡eh, Simoun, eh, mister! ¿Quiere usted echar una partida?

Palabra del Dia

reclinándose

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