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Actualizado: 18 de junio de 2025
Las damas de los coches, por su parte, cruzaban entre sí saludos, señas y sonrisas, sin poder disimular un involuntario azoramiento, semejante al del chico descarado que se resuelve a hacer una travesura en las barbas mismas del maestro.
Mis intereses personales no me hubiesen arrancado de aquí en estas circunstancias, y no sé qué terror involuntario... Las ideas supersticiosas a las que me entrego desde hace algún tiempo, te inspirarían verdadera lástima. 8 de junio. La ciudad me inspira tal disgusto, que la he abandonado tan pronto como me ha sido posible volver a mi vida solitaria.
Es el bramido del tigre un gruñido como el del chancho, pero agrio, prolongado, estridente, y que, sin que haya motivo de temor, causa un sacudimiento involuntario en los nervios, como si la carne se agitara ella sola al anuncio de la muerte.
No me acuerdo contestó con angustia Montiño. Pero es muy posible que la lleváseis con la punta al frente. Sí, que es muy posible. Pudo ser muy bien, que entre lo obscuro tropezáseis con don Juan de Guzmán. No me acuerdo, pero pudo ser. Cayó don Juan, y vos sobre él... eso ha sido... un homicidio involuntario...
Raúl se inclina, halagado en su íntima fatuidad masculina por lo que él toma por un sentimiento de despecho involuntario que se descubre a través de la indiferencia afectada que mortificaba a su amor propio. No lo dude usted, señorita declara en tono malicioso. Se han marchado, y se dirigen ahora hacia el castillo.
Volvía a valerse de sofismas para callar en la confesión aquella flaqueza: «ella no quería» en cuanto mandaba en su pensamiento, lo apartaba de las imágenes pecaminosas; huía de don Álvaro, no pecaba voluntariamente. ¿Habría pecado involuntario? De esto habló un día con el Magistral, sin decirle que la consulta le importaba por ella misma.
Recuerdos, esperanzas, dudas y desengaños, todo acudía en tumulto y asaltaba y atormentaba su mente. Fray Miguel por involuntario impulso hacía un raro examen de conciencia.
Ella, con esa alegría infantil de quien ostenta una adquisición nueva, le dijo: Mire Vd. mi compra. En todo Madrid no hay otro igual. Y barato. Cinco mil reales. Pepe, al examinar el espejo, hizo un gesto involuntario. ¡Qué! ¿Es feo? Luis XV, barroco puro... ¿O le parece a Vd. caro? No; es precioso. Entonces... ¡Vamos, hombre, hable Vd.! ¿Vale menos de lo que me ha costado?
¡Ni siquiera nos mira! dijo Pepe Vera . Oiga usted, prenda. Un rey es y mira a un gato. Y cuidado, caballeros, que es buena moza; a pesar de que... ¿A pesar de qué? dijo uno de sus compañeros. A pesar de ser tuerta dijo Pepe. Al oír estas palabras, María no pudo contener un movimiento involuntario y fijó en el grupo sus grandes ojos atónitos.
Los predicadores tronaban en el púlpito contra el entristecedor espectáculo del celibato involuntario, y uno de ellos llegó a decir que las hijas solteras que se quedan en el mundo son en él objeto de escándalo y un obstáculo a las buenas costumbres. ¿Cómo, después de esto, atreverse a permanecer solterona?
Palabra del Dia
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