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Actualizado: 28 de julio de 2025


El gusto barroco del siglo XVII había ocultado la bóveda ojival bajo otra de medio punto, cubriendo además las paredes con un revoque de yeso. Pero sobrevivían á la despiadada restauración los retablos medioevales, los blasones nobiliarios, los sepulcros de los caballeros de San Juan con inscripciones góticas, y esto bastaba para mantener despierto el entusiasmo del notario.

Véase si no continuaba lo que salta a los ojos, a los del alma quiero decir, de toda persona de gusto. ¡Malhaya el dignísimo Obispo, salvo el respeto debido, malhaya el dignísimo Obispo don García Madrejón que consintió este confuso acervo de adornos y follajes, quinta esencia de lo barroco, de la profusión manirrota y de la falsedad.

Abría la puerta de la pequeña iglesia fresca y sombría como una bodega, mostrando en el fondo, metida en un altar barroco de oro apagado, la pequeña imagen con el manto hueco y la cara negra. El buen hombre, recitaba a toda prisa, como quien la sabe de memoria, la historia de la imagen. Era la Virgen del Lluch, la patrona de Mallorca.

¡ profana usted! ¡Pero mujer, pero Carolina! ¡Oh! déjela usted, señor Infanzón; yo respeto todas las opiniones. Y temiendo que la lugareña llevase la mejor parte en lo de profanar o no profanar, se apresuró a añadir: Por lo demás, ya usted comprenderá, amigo mío, que yo sigo los cánones de la belleza clásica condenando enérgicamente el gusto barroco.... Esto es plateresco....

Lo que produjeron las rejas y los sillares de berroqueña apenas bastó para pagar unas cuantas piedras traídas de Angulema. El nuevo edificio era extranjero, antipático, barroco, en el mal sentido de la palabra, y en vez de buhardillas españolas, tenía una gran montera de pizarra.

Y cuanto en ellas puede censurarse nace de la escuela que sigue y del empeño de superar y de extremar sus rarezas, tanto en el sentir y en el pensar, como en el estilo o modo de expresarse. Lo colosal y enorme de las imágenes delata el prurito de aturdir y de sorprender, y produce, hasta en los más eminentes poetas, hasta en el mismo Víctor Hugo, un amaneramiento barroco.

Ella, con esa alegría infantil de quien ostenta una adquisición nueva, le dijo: Mire Vd. mi compra. En todo Madrid no hay otro igual. Y barato. Cinco mil reales. Pepe, al examinar el espejo, hizo un gesto involuntario. ¡Qué! ¿Es feo? Luis XV, barroco puro... ¿O le parece a Vd. caro? No; es precioso. Entonces... ¡Vamos, hombre, hable Vd.! ¿Vale menos de lo que me ha costado?

Yo estoy aquí para lo demás. Llegó Semana Santa, y Gabriel encontró ocasión para ganarse algunos jornales. Iban a levantar en la catedral el famoso Monumento entre el trascoro y la puerta del Perdón. Era una fábrica pesada y complicadísima, de estilo suntuoso y barroco, que había costado a principios de siglo una fortuna al segundo cardenal de Borbón.

Palabra del Dia

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