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Actualizado: 3 de junio de 2025
En poco estuvo que no se desvergonzase con aquel mequetrefe; pero el temor de la cárcel la contuvo. Sin embargo, a pesar de su paciencia, no estuvo en mucho que fuese. Si no llegan a la sazón el duque de Requena y Rafael hubiera sido más que probable. Salabert entró resoplando como de costumbre. A este resuello debía, quizá, parte del respeto que en todas partes inspiraba.
Los marineros rojos habían muerto hacía muchos siglos; el dragón había muerto también; el tesoro debía estar aún en Formentera. ¡Ay, quién pudiese encontrarlo!... Y el rústico auditorio temblaba de emoción, sin dudar de la existencia de tales riquezas, por el respeto que le inspiraba la vejez del narrador. ¡Plácidas veladas aquéllas, que ya no se repetirían para Febrer!
La confianza que inspiraba al doctor Petroz el célebre Cotugno, le decidió á esperimentarle en sí mismo y en otras personas, pasando despues á emplearle en varias enfermedades. Los efectos terapéuticos no han confirmado completamente las esperanzas que se abrigaban, especialmente como antiepiléptico.
El ardiente amor que el Comendador le había infundido, siendo causa de que ella se humillase, se había convertido en espantoso aborrecimiento y sin perder este carácter, sin volver á su ser primero, porque ya no era posible, porque su alma tenía mucha hiel para poder amar, habíase recrudecido en su seno durante la entrevista con el hombre que le inspiraba.
La afición del pueblo al teatro era siempre grande, y tan vivo el interés que le inspiraba, que, desde el año de 1740, se formaron diversos partidos, que se hacían entre sí la guerra con el mayor encarnizamiento.
No bastó la respetuosa consideración que fray Antonio inspiraba al padre guardián, para que éste se callase y no dijese claro que, si no había habido demonio, tampoco había habido duende, y que todo había sido farsa.
Muchachas de diversa nacionalidad, que no se habían visto nunca y tal vez no volverían a verse al salir del buque agrupándose atraídas por la simpatía que les inspiraba el género de belleza de la nueva amiga o la distinción de sus vestidos. Empezaban hablando en varios idiomas, para expresarse al fin en castellano.
Esto parecía ser una gran lástima, porque de otro modo hubiera podido ir, como el señor Crackenthorp y el señor Osgood no dejarían de hacerlo, a ver la comida de bodas que había sido encargada en la taberna del Arco Iris, en razón del gran interés que le inspiraba naturalmente el tejedor, perjudicado por un miembro de su familia.
El general don León Bravo de la Brecha y Pérez Esforzado, décimo cuarto conde de la Algarada de Lucena, primer marqués de Durobando, noble hasta la médula de los huesos, senador por derecho propio, modelo de caballeros, carácter de acero y corazón de oro, feo de rostro y hermosísimo de alma, era hombre que haciéndose querer inspiraba respeto, mas en tal grado religioso, autoritario y linajudo, en una palabra, tan montado a la antigua que parecía la viva encarnación de todos aquellos ideales que cumplida su misión en la vida, van quedando honrosamente almacenados en la historia por la inflexible mano del tiempo.
A fin de tener esta satisfacción honrosa, y tal vez para ganar algunos reales, porque se jugaba a diez por cada cien tantos, y él ganaba casi siempre, se violentaba el médico hasta el extremo de afeitarse un día sí y otro no, y dejar en la antesala la capa y el sombrero, sin entrar con la capa sobre los hombros, cuando no embozado y con el sombrero encasquetado hasta las cejas, según solía entrar en las demás casas donde iba de visita. ¡Tan profundo era el respeto que doña Inés le inspiraba!
Palabra del Dia
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