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Actualizado: 3 de septiembre de 2025


De esta suerte se atormentaba D. Fadrique en afanoso soliloquio, en que volvía cien y cien veces á repetirse lo mismo. El que no viniese el P. Jacinto á hablar con él inspiraba al Comendador la mayor inquietud. Varias veces se asomó al balcón de su cuarto, que daba á la calle, á ver si le veía salir de casa de Doña Blanca.

Los criados y parientes esperaban en el portal con hachas encendidas. Una larga fila de personas de todas clases venía detrás, también alumbrando. Muchas de ellas acudían por verdadera devoción y por la estima que les inspiraba el enfermo. Las más, sólo por satisfacer la curiosidad de verle después de tanto tiempo, aprovechando aquellas críticas y solemnes circunstancias.

Su entrada produjo movimiento, pero no tanto como la del duque de Requena. Este, cuyo rostro carnoso, sensual, no podía ocultar el desprecio que aquella asamblea le inspiraba, corrió a él sin embargo, y le saludó con rendimiento y servilismo sorprendentes, teniendo en cuenta la rusticidad y grosería con que generalmente se comportaba en el trato social.

«¡Qué absurdo! pensó . Pero ¿he podido hacer realmente esoMuchas veces en su existencia había sentido la misma extrañeza por los propios actos, como si hubiesen en su interior dos personalidades antagónicas, una de las cuales inspiraba horror á la otra. «¡Y ese hombre tal vez venga esta misma noche!», seguía pensando.

Doña Paulita le inspiraba respeto y gratitud, pues no había oído jamás la menor recriminación en su boca, ni Clara le había dicho que tuviera queja ninguna de ella. El recuerdo de la escena y diálogos misteriosos ocurridos algunas noches antes, le puso muy pensativo.

Iba á salir; pero Lázaro, trémulo de asombro, le detuvo, y le dijo con mucha turbación: Pero, señor, no me abandone usted, hábleme usted. Yo quiero que pensemos de la misma manera. A pesar de todo, el anciano le inspiraba respeto y veneración; y al ver que reprochaba sus ideas, sintió ese impulso de subordinación tan natural en un joven da temperamento impresionable.

De tarde en tarde una ganancia le inspiraba gran fe en el porvenir, y traía como consecuencia regalos y generosidades para Teri. Después de estos breves períodos de optimismo, reaparecía la silenciosa cólera al ver desmoronarse lentamente sus esperanzas.

Saludó en la cocina al tío Caragòl... Este era un filósofo. Todas las mujeres del mundo no valían para él lo que un buen arroz. ¡Ah, grande hombre!... Seguramente iba á llegar á les cien años. Y el cocinero, halagado por tantas alabanzas, cuyo origen no acertaba á comprender, respondía como siempre: «Así es, mi capitánTòni, silencioso, disciplinado y familiar, le inspiraba no menos admiración.

Los que no acertaron á seguirle, quedaron muertos á manos de los indios de los pueblos citados, que pelearon con todo el furor que les inspiraba la memoria de los destrozos, y pérdida que habian sufrido de las mugeres, hijos y ganados.

Lo que estamos haciendo es un pecado grave, es un crimen. ¿Quién puede privarme del arrepentimiento, de reconciliarme con Dios y ser buenoEl arrepentimiento había sido en los últimos tiempos un vago deseo, gracias a la fatiga de su amor y aún más al miedo desapoderado que el infierno le inspiraba. Ahora se convirtió en verdadero anhelo. Verdad que ofrecía mayores atractivos.

Palabra del Dia

passaro

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