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Actualizado: 3 de junio de 2025


Esta era la verdad, y al suponerla doña Clara, sintio lo que nunca había sentido: la dolorosa é insoportable sensación de los celos. Y como los celos nunca son hidalgos, ni se detienen ante nada, tomó una pluma y escribió una larga carta en que acusaba ante el inquisidor general á Dorotea y á Gabriel Cornejo. Poco después aquella carta entraba en la celda del padre Aliaga.

Como un inmenso murmullo de marea, todas las bocas confirmaron a coro: Amén. La reina se levantó, y se sentó en el trono, junto al rey, resplandeciendo de santidad y de hermosura. Y en la atmósfera vibró un coro de invisibles ángeles, mientras se retiraban lentamente el gran inquisidor de Felipe II y sus demás acompañantes, de vuelta al palacio de la calle del rey Francisco.

Véase la vida y muerte de S. Eulogio escrita por Paulo Alvaro. Habiamos pensado dar al lector un estrado de las piezas referentes á la causa formada al célebre inquisidor Luzero con motivo de sus sanguinarios escesos; pero nos vemos precisados á retirarlo por su escesivo volúmen.

Debia hacerse la proclamacion en la torre del Homenage como era costumbre; pero por haber puesto el Tribunal de la Inquisicion dosel en el Campo Santo, contra el uso de ponerlo en las funciones celebradas con aparato de real representacion, tuvo lugar aquel acto en la Plaza de la Corredera. Este suceso pareció tan mal en la corte, que el inquisidor fué desterrado de los dominios de España.

Habiendo vacado la dignidad de inquisidor general por ascenso del cardenal de Tortosa á la silla de S. Pedro, nombró el emperador para ella al obispo D. Alonso. En este mismo año se celebró por varias ciudades y villas de Andalucía la santa y real confederacion de la paz contra los comuneros en obediencia del emperador.

¡Inquisidor general! murmuró el padre Aliaga ; pues bien, acepto: no supieron lo que hacían cuando me nombraron confesor del rey, y no saben ahora lo que hacen nombrándome inquisidor general. ¡Oh! ¡Margarita! ¡Margarita! Coloreáronse febrilmente las mejillas del fraile, que tomó su manto, se caló la capucha y salió de la celda, siguiendo al gentilhombre.

He tenido un placer y una sorpresa cuando esta mañana el duque de Lerma me ha dado á firmar vuestro nombramiento de inquisidor general. Como he firmado con sumo gusto el nombramiento de embajador para don Baltasar de Zúñiga, y el de gentilhombre de mi cámara para el duque de Uceda; estaban demasiado apoderados del príncipe don Felipe.

Y consejero de Estado... y á más, á más inquisidor general. No por qué se han empeñado en engrandecerme. Porque á un mismo tiempo os temen y os necesitan. Vano temor: yo me limito á dirigir la conciencia del rey. Vos conspiráis, padre. ¡Cómo! Como conspiro yo y como conspiramos todos: ¿acaso no conspira también el cocinero de su majestad? Movióse impaciente en su silla el padre Aliaga.

Hasta ahora habia creido que no habia en la tierra mansion mas hermosa que la granja de Tunder-ten-tronck, pero ya estoy desengañada de mi error. El inquisidor general me vió un dia en misa, no me quitó los ojos de encima, y me mandó á decir que me tenia que hablar de un asunto secreto. Lleváronme á su palacio, y yo le dixe quien eran mis padres.

Saliendo el Señor Inquisidor dejó encargada la guarda de aquel Reo a dos Familiares, pasando luego a hacer lo propio con los otros, quedando en breve veinte y un Reos con la notificación de su muerte, y asistencia de Sacerdotes en la misma conformidad.

Palabra del Dia

rigoleto

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