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Actualizado: 3 de julio de 2025
Y no es esto solo; ha desterrado y preso y asustado á los mismos á quienes ayer llamaba sus amigos, y ha honrado y favorecido á otros á quienes miraba como enemigos. Sin ir más lejos ¿no os ha nombrado á vos inquisidor general? Lo que me ha hecho tener más cuidado ahora que nunca, señora; cuando el lobo lame la mano que odia...
Si pone el gobernador alguna dificultad, dale cien mil duros; si no basta, dale doscientos mil: tu no has muerto á inquisidor ninguno, y nadie te perseguirá. Yo fletaré otro navío, y te iré á esperar á Venecia; que es pais libre, donde no hay ni Bulgaros, ni Abaros, ni Judíos, ni inquisidores que temer.
Promotor Fiscal con sendas atxas encendidas y hauiendo echo la cortesía al dicho Sr. Inquisidor a los S.es Virrey y demás Magistrados, ocuparon las quatro esquinas del dicho solio para autorizar tan uenerable funtión, y el dicho Sr.
Ya estamos solos dijo al corchete ; ahora bien, ¿cuánto queréis y me dejáis libre? Nada. Pero ello es preciso... ya veis, yo tengo que perder... mi presencia hace más falta, más de lo que pensáis, en mi casa... Señor Francisco, guardad todo eso para el señor inquisidor general.
Como la señorita había quedado muy quebrantada por los insomnios y el dolor, no podía atender á las cosas de la casa: la asistenta y la incansable tía Roma la sustituyeron hasta donde sustituirla era posible. Y he aquí que cuando la tía Roma entró á llevarle el chocolate al gran inquisidor, ya estaba éste en planta, sentado á la mesa de su despacho, escribiendo números con mano febril.
Escribid otra, mi amada hija, pero que sea tal, que ni en asuntos mundanos se entremeta, ni haga daño á nadie. Recibid mi bendición El inquisidor general.» Sintió la madre Misericordia al leer esta carta primero un acceso de cólera, luego un escalofrío de miedo.
La segunda estaba concebida en estos términos: «Año del Señor de 1481, siendo Pontífice Sixto IV y reyes de las Españas y de las Sicilias los católicos D. Fernando y D.ª Isabel, tuvo principio aquí el sagrado tribunal de la inquisición contra los herejes judaizantes, donde después de la expulsión de los judíos y moros hasta el año de 1524, en que reina el divo emperador de romanos, sucesor de los mismos reinos por derecho materno, y siendo inquisidor general el reverendísimo D. Alonso Manrique, arzobispo de Sevilla, VEINTE MIL HEREJES y más abjuraron el nefando crimen de la herejía, y de todos más de MIL obstinados en sus herejías por derecho fueron ENTREGADOS AL FUEGO Y QUEMADOS.»
Bendito sea Dios, querido Cacambo, dixo, que de tamaño peligro he librado esas dos pobres criaturas: si cometí un pecado en matar á un inquisidor y á un jesuita, ya he satisfecho á Dios, librando de la muerte á dos muchachas, que acaso son señoritas de circunstancias; y esta aventura no puede ménos de grangearnos mucho provecho en el pais.
Lo que voy á deciros, debéis olvidarlo; debéis olvidar que os habla el inquisidor general. ¡Dios mío! exclamó la joven poniéndose de pie, pálida y aterrada. Nada temáis; el inquisidor general, tratándose de vos, y por ahora, ni ve, ni oye, ni siente; más claro: en estos momentos no soy para vos más que el hermano adoptivo de vuestra madre. ¡Dios mío! repitió Dorotea juntando las manos.
Yo quería casarme lisa y llanamente... pero me han mandado ataviarme... me ha sido preciso obedecer: todo se ha reducido á aceptar este traje de su majestad, á abrir el cofre donde conservo las joyas de mi madre y á ponerme en manos de mis doncellas; ya veis que todo esto indica que el casamiento corre prisa: el padre Aliaga alegó no sé qué del concilio de Trento, pero la reina dijo que eso se arreglaría después... de modo, señor, que sus majestades, el inquisidor general y yo, os estamos esperando desde hace tres horas.
Palabra del Dia
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