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Actualizado: 3 de junio de 2025
Llevaba a su afición la energía de un guerrero y la fe de un inquisidor. Gordo, todavía joven, calvo y con barba rubia, este padre de familia, alegre y zumbón en la vida ordinaria, era feroz e irreductible en el graderío de una plaza cuando los vecinos mostraban opiniones diversas a las suyas.
Y todos reían, diciéndose que Febrer hablaba por experiencia propia, pues era gran aficionado a visitar «la calle», encargando trabajo a los plateros para poder hablar con las plateras. También estaba en el recibimiento el retrato de otro de sus ascendientes, el inquisidor don Jaime Febrer, que llevaba su mismo nombre.
Obispo Inquisidor General del Sr. Valladares, que el dicho Fiscal de la Inquisición solicitó e hizo traer de la Corte. »En este tiempo inbió el susodicho Sr.
Francisco Martínez Montiño saludó profundamente al inquisidor general, salió de la celda, y se alejó aturdido, con el pensamiento embrollado y en paso vacilante como el de un ebrio. En tanto el padre Aliaga había quedado inmóvil, pálido, sombrío, con los brazos fuertemente apoyados en la mesa.
Puso la abadesa bajo un sobre la carta para el padre Aliaga y las dos copias adjuntas á ella, y con la dirigida al duque de Lerma, la entregó á Montiño. Dadle un pliego le dijo al señor duque de Lerma, y el otro al señor inquisidor general. ¡Al inquisidor general! ¿Y cuándo? Al momento. ¿Y si me detuviere el duque de Lerma? En cuanto os veáis libre. ¿Tenéis algo que mandarme, señora? Nada más.
Yo he arreglado tu porvenir, pequeño inquisidor. Ya sabes que tu amigo el judío consigue siempre lo que se propone. Te queda en Mallorca con qué vivir modestamente. No muevas la cabeza: ya sé que deseas trabajar, y más ahora que estás enamorado y quieres constituir una familia. Trabajarás; entre los dos montaremos un negocio: hay donde escoger.
Oyó un grave Español estas imprudentes palabras, y me saliéron caras. Yo me figuraba que íbamos á ver un torneo ó una corrida de toros, quando subió el Inquisidor general al trono, y desde él bendixo al monarca y al pueblo.
Y fué lo bueno que la tal resolución vino contraria al inquisidor, pues se decía en ella que cuando fuese á la iglesia con el tribunal podría llevar la cola alzada, bajándola al llegar á la capilla mayor, pero que nunca se permitiese ni esto cuando fuese solo.
Le favorece don Rodrigo Calderón. ¿Y favoreciéndole don Rodrigo Calderón, ese hombre ha enamorado á vuestra mujer?... ¿Qué pensáis de eso? Vigilad á vuestra mujer. ¿Y no sería mejor que vos, señor, que sois inquisidor general, encerráseis á ese hombre?... Haced lo que os mando. Lo haré, señor.
Perdonad... pero quiero antes deciros cómo he trabado conocimiento con el inquisidor general. ¿Es el inquisidor general quien os envía? Sí, señora. ¿Pero sois ó érais de la Inquisición?
Palabra del Dia
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