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Actualizado: 3 de mayo de 2025
A cada requiebro, a cada proposición que don Andrés le hacía, Juanita contestaba con un chiste o con un tan incoherente disparate, que don Andrés, aunque mortificado y chafado, no podía tomarlo a mal y tenía que reírse. Juanita, al verse acompañada por don Andrés, apresuraba el paso, y en cuatro brincos se plantaba en la puerta de su casa. Don Andrés pugnaba entonces por entrar.
Cuentan que Abd-el-rhaman concibió y estendió por sí mismo el plan de esta mezquita; que despues de haber mandado derribar un templo godo construido sobre las ruinas de otro gentílico consagrado á Jano, puso él mismo la primera piedra de la nueva fábrica y dedicó una hora diaria á levantarla con sus propias manos; que derramó el oro á manos llenas; que no perdonó sacrificio para que se la edificara con rapidez, con suntuosidad, con toda la riqueza con que se la habian hecho trazar su fervor religioso y su poética y brillante fantasía: todo revela la importancia que tenia á sus ojos una construccion que, á no ser creada como instrumento político, hubiera debido revelar las circunstancias de una época en que la nueva monarquía estaba aun vacilante, el poder de los emires era débil, la poblacion de Córdoba, recien convertida en capital, escasa é incoherente.
Cediendo al cansancio empezó á dormitar; mas no durmió con ese sueño que da reposo al cuerpo y al espíritu, porque su excitación le impedía un descanso profundo. Dormía con el letargo doloroso ó indeciso que representa todas las visiones de la vigilia anterior de un modo incoherente y monstruoso. En su sueño creía escuchar lamentos que resonaban en las bóvedas de la Cárcel.
Su insensatez incoherente no se presta á clara interpretación. Convertido en músico, su diablo lacayo va con Fausto á dar serenata á Margarita; y Fausto tiene la impiedad y la poquísima vergüenza de que su diablo lacayo insulte con indecentísimas coplas á la pobre muchacha por la falta que ha cometido en amarle y en consentir en ser suya. Ahora viene lo mejor.
Y continuaba su discurso incoherente, interrumpido por toses y por sollozos. Después el Magistral le hizo callar y escucharle. Habló mucho y bien don Fermín. Era necesario para obtener el perdón de Dios que don Pompeyo, antes de sanar, porque sin duda sanaría y eso pensaba él también diese un ejemplo edificante de piedad.
Contó ella lo de Juanito Santa Cruz, pasando no poca vergüenza, y dando a conocer la triste historia incoherente. «Abrevie usted. Hay muchos pormenores que ya me los sé, como me sé el Catecismo... Que le dio a usted palabra de casamiento y que usted fue tan boba que se lo creyó. Que un día la cogió descuidada y sola... Bah, bah... lo de siempre.
Estallaron más fuertes los sollozos bajo los mantos y los capuchones. «¡Adiós! ¡adiós!» Se estrechaban las manos, se besaban las bocas, se retorcían los brazos, como si todos se despidieran para no verse más. «¡Adiós! ¡adiós!» Se alejaron por grupos, cada uno en distinta dirección, hacia las montañas cubiertas de pinos, hacia las alquerías de lejana blancura medio ocultas entre higueras y almendrales, hacia los rojos peñascos de la costa; y era un espectáculo absurdo e incoherente ver bajo el ardor del sol, al través de los campos verdes y espléndidos, cómo marchaban con paso tardo estos fantasmas espesos y sudorosos, incansables lloradores de la muerte.
Yo entendí que el autor pinta la vida como abominable para la mayoría de los seres humanos, sin más esperanza de reposo que la muerte y sin más consuelo ni premio que la incoherente fantasmagoría, suscitada por la fiebre, y donde se barajan, en disparatada confusión, los cuentos y consejas vulgares, lo sobrenatural que sabemos por el catecismo, y los bienes y goces que forja la imaginación, cuando la vanidad, el instinto amoroso y hasta el hambre no satisfecha la estimulan.
Esto no era malo: pero sí que la Amparo se ingiriese en ellos con autoridad, porque no hacía más que disparates. Se daba, sin embargo, bastante maña para ocultar la locura de su querido. Los días en que le veía sobrexcitado o incoherente en sus palabras teníale encerrado. Sólo cuando estaba más tranquilo y racional se aventuraba a salir con él en coche y procurando que no hablase con nadie.
Y de nuevo volvió a su charla voluble, incoherente, hablando del adorno de la casa, que era su tema favorito, saltando por intervalos al teatro, a las tertulias que había asistido, a las amigas, para volver de nuevo a la casa, a sus eternos proyectos de reforma, echar abajo el tabique del comedor, levantar en el jardín sobre columnas una serre que comunicase con él, cambiar la decoración del despacho de su marido que era muy vulgar por un mobiliario estilo americano que había visto en la calle de Alcalá.
Palabra del Dia
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