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Pero lo más extraño fue que, al ser puesto en pie, rompió en una charla incoherente, impetuosa, roja la cara como un tomate, vibrante y entrecortada la lengua.

Le placía estar a sus anchas en el cortijo. ¿No era el amo?... Y saltando de un pensamiento a otro con su incoherente ligereza, se encaró con los acompañantes. ¿Qué hacían sentados, sin beber, sin hablar, como si estuviesen velando a un muerto?... Vamos a ver esas manitas de oro, maestro dijo al tocador que, con la guitarra sobre las rodillas y la mirada en alto, se entretenía haciendo arpegios.

Maldijo aquel sentimentalismo eslavo, confuso é incoherente, igual al de su madre, que no le permitía insistir en la maldad, haciéndole caer, cuando menos lo esperaba, en exageradas sumisiones. ¡Ay, sus lágrimas de arrepentimiento! ¡Aquel beso en la mano del adversario!... Si evitaba el volver al Casino, era por no encontrarse con Martínez y aquellos dos capitanes que habían presenciado el incomprensible final del duelo... Ya no sabía imponer su voluntad; la antigua dureza de su carácter se había disuelto en la catástrofe de sus deseos.

Se echó atrás la boa para ocultar el torpe remiendo y la perla, que resaltaba con una magnificencia incoherente. Volvieron á marchar, sin que Miguel intentase nuevas audacias. El último incidente le había hecho circunspecto. Insultábase en su interior, considerándose un bárbaro, incapaz de vivir entre verdaderas señoras. Al llegar á la última revuelta salieron de la penumbra azul del acantilado.

Era una virgen guerrera, caprichosa, incoherente en actos y palabras, desorientando á todos con los violentos contrastes de su conducta.

Hermana Balî se alegró y procuró tranquilizarla, pero Julî no escuchaba y parecía que solo tenía prisa por llegar al convento. Ella se había arreglado, se había puesto sus mejores trajes y hasta parecía que estaba muy animada. Hablaba mucho aunque algo incoherente. Echaron á andar. Julî iba delante y se impacientaba porque su compañera se quedaba detrás.

Postrado en la cama, pasaba a veces días enteros sin pronunciar una sola palabra, aunque Salvador hacía los imposibles por sacar una siquiera de aquel pecho que era un mar de melancolías. En cambio, otros días era tal su locuacidad que no podían seguirle la conversación incoherente y exaltada.

Profunda debió ser la impresión que esta noticia causó en el ánimo de Asunción, porque no volvió a despegar los labios y siguió escuchando consternada las razones de su amiga, que las amontonaba de un modo incoherente, pero con resolución. El paseo se iba poblando poco a poco.