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Fuí imprudente; creyéndole un vasallo leal, le escribí algunas cartas de mi puño y letra, avisándole de la hora que podía entrar en palacio y verme. ¡Y esas cartas! ¡esas cartas! Las he quemado yo por mi propia mano, gracias á don Juan Téllez Girón, que se las arrancó á estocadas. ¡Ah! dijo respirando el rey ; ¿y de resultas de esas estocadas está herido don Rodrigo? Sí, señor.
¡Por Dios, hija mía! ¡dónde vamos a parar! ¡Esa imaginación, Anita, esa imaginación! ¿cuándo mandaremos en ella? ¡Ridículo! ¡Imprudente!... A mí no pueden ponerme en ridículo más actos que aquellos de que soy responsable, no entiendo el ridículo de otro modo... usted no ha sido imprudente, ha sido inocente, no ha pensado en las lenguas ociosas.
Deja a D.ª Laura que se la lleve el demonio exclamó Relimpio, a quien la idea de no acompañar a su sobrina le ponía furioso . ¡Hay por aquí tanto hombre imprudente!... Ya ves que no cesan de echarte requiebros y decirte flores. Esto es indecoroso, y no sería extraño que yo tuviera un lance».
Mi mujer se abraza a las rodillas de su madre, que extiende los brazos como para protegerla. Yo no quiero hacerte daño, Yolanda digo. Lo único que quiero es pedirte perdón por haber sido tan imprudente, por exceso de amor a ti. Silencio prolongado. No se oyen más que suspiros. Entonces la madre le dice: Tiene razón, hija mía; levántate. Es hora de partir.
Vaya por el Magistral y el secreto de la confesión; ¡pero tocar a la Regenta! Era un imprudente aquel sietemesino, sin duda». Señores, yo no digo que la Regenta tome varas, sino que Álvaro quiere ponérselas; lo cual es muy distinto. Todos negaron la probabilidad del aserto. Hombre... la Regenta... ¡es algo mucho! El pollo se encogió de hombros. «Estaba seguro.
Y, sin embargo, un excesivo celo por la religión, un celo imprudente y ciego, pudo nublar con hechos indignos de su grandeza la gloria de los Reyes Católicos, del emperador don Carlos, de su hijo don Felipe; pero no la mancilló la codicia mortal, la sed infame del dinero; los moriscos fueron perseguidos, ¡pero no fueron robados! ¡Robados!
Ahora ya no era tan rico como en los años anteriores, cuando la dueña de sus tierras se conformaba con no cobrarle el arrendamiento.» Un imprudente dijo esto sin darse cuenta del valor de sus palabras, y se hizo un silencio doloroso, como en la alcoba de un enfermo cuando se pone al descubierto la parte dañada.
Don Custodio, joven ardentísimo en sus deseos, creía demasiado en los milagros de fortuna que hace la confesión auricular y atribuía a ellos sin razón los progresos del Magistral; por esto acechaba la sucesión del Arcipreste con más avaricia que todos, con pasión imprudente.
1154 Debe trabajar el hombre para ganarse su pan; pues la miseria, en su afán de perseguir de mil modos, llama en la puerta de todos y entra en la del haragán. 1155 A ningún hombre amenacen, porque naides se acobarda; poco en conocerlo tarda quien amenaza imprudente: que hay un peligro presente y otro peligro se aguarda.
Cuando el capitán del «steamer», un yanki imprudente, de hocico de cerdo, al pasar por Nankin, me propuso ir a recorrer las monumentales ruinas de la vieja ciudad de porcelana, yo rechazé la proposición con un seco movimiento de cabeza, sin levantar los ojos tristes de la tranquila corriente del río.
Palabra del Dia
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