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Por más que Isidora reconociera la importancia moral de aquella casa, no podía remediar que le fueran antipáticos el establecimiento, la tienda, llena de feísimos objetos, la trastienda donde trabajaban Rafael y sus oficiales, y la vivienda toda, honrada, virtuosísima, modelo de dignidad, de laboriosidad y de cristianismo, pero impregnada de un cierto olor de badana cruda, con malas luces y ruidos de taller.

El puerto viejo, encajonado en plena ciudad, cambiaba de aspecto según las horas y el estado de la atmósfera. En las mañanas serenas era de un verde amarillento y olía ligeramente á agua descompuesta: agua orgánica, agua animal. Los puestos de ostras y erizos establecidos en sus muelles parecían rociados con esta agua impregnada de mariscos.

Y era otra, también, la misma abuelita. Los viejos muebles coloniales que la acompañaban desde otros tiempos, parecían escuchar también, con un poco de asombro, la alegre charla, en aquella habitación impregnada de reminiscencias añosas y como poblada de vagos fantasmas.

Después Enriqueta se quedó un instante ensimismada, y luego, de pronto, pasándose ambas manos por el rostro, acabó diciendo con la voz impregnada de amargura y cinismo: Gastó mucho conmigo... ¿Y qué? Ya se sabe: las que vivimos así somos las predestinadas para devolver a la circulación lo mal ganado.

Y como la memoria, cuando está debidamente impregnada en los hechos comprobados, es algunas veces de una fecundidad sorprendente, el señor Snell recobró gradualmente la viva impresión del efecto que la fisonomía y la conversación del buhonero habían producido en él.

Y llega la noche, esa noche impregnada de extraña melancolía en que los pobres comediantes, al volver del ensayo con los párpados cargados de sueño, se aplican á sacar de su equipaje los trajes que han de necesitar para el éxodo que emprenderán al siguiente día.

Blanquearon en el valle todos los senderos, tendidos sobre el verde lozano de mieses y praderas, y en todos los nidos se inició una armonía de gorjeos, y en todas las hojas rezaron las brisas una plegaria henchida de misteriosas promesas, impregnada de secretas caricias.

Se sentaron. Comenzó don Manuel a hablar animadamente con la voz impregnada de emoción y de dulzura. Salvador le atendía en silencio, sin dejar de mesarse la barba febrilmente; y en esto se oyeron en el pasillo unas palabras recias y unos pasos sonoros. Son el cura y el maestro dijo don Manuel contrariado.

De pie, perdía gran parte de su majestad, por ser pequeño de estatura y mostrarse agitado continuamente á causa de su inquietud nerviosa. Sentado en su Museo, recordaba al Padre Eterno, á pesar de las arrugas de su rostro y el mal color de su tez, impregnada del polvo de los libros y de las piezas arqueológicas.

Ya habían sido robadas.... ¡No mientas, perverso! El Caballero desciende las gradas del presbiterio y avanza algunos pasos en la oscuridad de la capilla. La prócer figura, que tiene la vaguedad de un fantasma, parece crecer bajo la nave, y su vos resuena impregnada de grave tristeza, de una tristeza de patriarca y de guerrero. Los dos clérigos callan. ¿Por qué te escondes, mal hijo?