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Actualizado: 23 de junio de 2025


Tal vez estas vueltas sin fin, durarán hasta que, separada la bellota de su cúpula, ya completamente impregnada de agua, descienda al fondo del pozo para disgregarse y convertirse en lodo. Con frecuencia suelen hallarse sobre las orillas del arroyo extrañas bolas erizadas de pinchos como castañas en el árbol todavía; son agrupaciones de espinas que se han aglomerado rodando por el remolino.

Negaría su consentimiento, y el pedírselo no conduciría más que a exponer a la pobre institutriz a alguna afrenta humillante. Lo mejor era callarse, resignarse, obedecer; y aquella hija de soldado fuertemente impregnada de disciplina sería la primera en aconsejárselo. En el fondo, su resolución estaba ya tomada.

Había que reconocer que Dios es bueno y proporciona ratos muy agradables a los que tienen casa y cocinera. Cuando volvieron al comedor, Nelet sacaba el héroe de la fiesta: un soberbio capón, panza arriba, con los robustos muslos recogidos sobre el pecho y la piel dorada, crujiente, impregnada de manteca. Don Juan contemplábalo con miradas de amor.

La presencia de dos personas que traen aún encima el polvo del camino, en un gabinete de elegancia y buen tono, no pudo menos de producir en los asistentes cierta sensacion impregnada á la vez de lástima y de burla. Afortunadamente mi mujer y yo conocemos bastante bien lo que valen dos francos: con dos francos se compran unos guantes color de caña.

Un ala se volvía azul; otra, encarnada... Eran pequeñas banderas, á cientos, á miles, que se estremecían día y noche con la tibia brisa impregnada de sol, con el huracán acuoso de las mañanas pálidas, con el frío mordiente de las noches interminables. La lluvia había lavado y relavado sus colores, debilitándolos. Las telas, inquietas, tenían sus bordes roídos por la humedad.

Entra una especie de jamelgo de coche fúnebre, un larguirucho esqueleto apocalíptico, de una delgadez inverosímil. Es la señora marquesa-presidenta. Mucha nobleza y condescendencia. Esta dama, sin edad y sin belleza, de ojillos negros y penetrantes, lanza sobre todos los humanos una mirada impregnada de desprecio y de compasión. Vera le presenta a Sita.

No fue presuntuosidad de vanidoso la que se le entró al alma, ni vanagloria súbita de aventuras absurdas, sino una sorpresa grandísima. ¿De qué nacían aquellas muestras de agrado, comedidas, pero clarísimas? El instante de vacilación al subir al coche, y luego la mirada dulce y triste, ¿qué querían decir? Aquella expresión afectuosa impregnada de modestia, pero ostensible, ¿a qué obedecía?

Mi padre me sacó de mi éxtasis con su voz ronca y varonil, esta vez impregnada de una dulzura desconocida. ¡Oiga, hijito!... ¡Vaya, traiga su petisito bayo y ensíllelo!... ¡Va a acompañar a este hombre, que es su patrón! EL VAIV

Nunca la muerte pasó sobre la tierra con disfraz tan hermoso. Desmelenadas y rugientes como locas, moviendo con furia sus brazos, aparecieron en la puerta de la barraca las dos infelices mujeres. Sus voces prolongábanse como un gemido interminable en la tranquila atmósfera de la vega, impregnada de dulce luz. ¡Fill meu!... ¡Anima mehua! gemían la pobre Teresa y su hija. ¡Hijo mío!... ¡Alma mía!

Resonaban en toda la sala el ruido de las copas y de los platos, las voces sonoras, que se unían en un conjunto monótono y regular; la atmósfera estaba impregnada de perfumes de mujer y de vapores de vino; hermosas mujeres, muy pintadas, deslizándose entre las mesas, sonreían al doctor; todo estaba inundado de una luz eléctrica deslumbradora.

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