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Volvió a su silla, permaneciendo inmóvil largo rato, como si le costase un gran esfuerzo interior hacer funcionar su tardo pensamiento. El demonio anda en libertad, señor... Era de esperar; ya lo dije yo... Cuando se quieren cosas imposibles, todo se enreda y se acaba la paz. Luego, levantando la cabeza, fijó sus ojos fríos y escrutadores en don Jaime.

Eso es difícil, muy difícil. ¿No ves que aparentemente y según la ley carezco de derechos para reclamarla y traerla a mi lado? Me han jurado una guerra a muerte. Han hecho los imposibles por desterrarme, no vacilando hasta en denunciarme como afrancesada.

JARIFA. Al último remate De mi cansada vida, al postrer dejo, Cuando no es bien que trate De buscar medicina ni consejo, Como cisne me quejo. Fiero amor inhumano, Mi hermano adoro y quiero, Por imposibles muero. ABIND. ¡Jarifa! JARIFA. ¡Abindarráez! ABIND. ¡Hermana! JARIFA. ¡Hermano! ABIND. Dame esos brazos dichosos. JARIFA. Dadme vos los vuestros caros. ABIND. ¡Ay, ojos bellos y claros!

Tirando de aquí y de allá, podían pasar aquel día; pero ¿y el siguiente? Yo no tenía ya ni dinero ni quien me lo diera. Debía no cuántas fanegas de judías, doce docenas de alpargatas, tantísimas arrobas de aceite; no me quedaba que empeñar o que vender más que el rosario. Los primos, que me sacaban de tantos apuros, ya habían hecho los imposibles... Me daba vergüenza de volver a pedirles.

Sobre el sofá, media docena de figurines ostentaban en mentirosos colores esas damas imposibles, delgadas como juncos, tiesas como palos, cuyos pies son del tamaño de los dedos de la mano; damas que tienen por boca una oblea encarnada, que parecen vestidas de papel y se miran unas a otras con fisonomía de imbecilidad.

Uno de los que más bullían y mangoneaban por allí era D. José María el boticario, el antiguo suscritor de El Motín y corifeo de los masones, dando claro testimonio de que para Dios no hay imposibles, y que nadie puede decir que está por completo dejado de su mano.

Postrado en la cama, pasaba a veces días enteros sin pronunciar una sola palabra, aunque Salvador hacía los imposibles por sacar una siquiera de aquel pecho que era un mar de melancolías. En cambio, otros días era tal su locuacidad que no podían seguirle la conversación incoherente y exaltada.

Estos son de dos clases: los que no necesitan demostracion, ó los que la necesitan. Los que han menester demostracion serán imposibles, porque no hay demostracion sin raciocinio, y este en tal caso seria imposible tambien.

A veces se aparecían también, a guisa de sorprendentes cometas, las ricas cubanas de Amézaga, con sus sombreros extraordinarios, sus sombrillas monumentales y sus atavíos caprichosos, destilados siempre a la quinta esencia de la moda. Pilar las distinguía de cien leguas, por sus famosos sombreros, imposibles de confundir con otro tocado alguno.

No lo hace mal, y presta un gran servicio a los villavejanos que, sin pedir primores ni mucho menos, nos veíamos y nos deseábamos antes para vestirnos fuera de aquí; porque pensar que los otros dos sastres que usted conoció y aún quedan, salieran de sus medidas con tiritas de papel, de sus perneras acampanadas y de sus faldones con frunces, era pensar los imposibles.