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Actualizado: 7 de junio de 2025
A las diez de la mañana logramos salir sanos y salvos de la Aduana y fuimos á instalarnos en el hermoso hotel del «Comercio». Estábamos impacientes por trepar á una de las torres mas altas de la ciudad para poder abarcar con la vista todo el panorama, y aunque el sol calcinaba con sus lenguas de fuego la isla de Leon, no quisimos esperar la tarde.
Tan inverosímil fenómeno sólo podía explicarse por una humorada un tanto extravagante, y pensando que sería una broma pasajera esperaron impacientes la noche del sábado. Pero el sábado llegó, y continuó el programa iniciado el jueves; es decir, las atenciones de Antoñita, y el visible favor de que Felipe disfrutaba, y su penosa turbación por esa causa.
Apenas cerrada la noche, cuando los trabajadores habían terminado su cena, muchos chiquillos y mujeres se encaminaban á la casa de Pirovani, sentándose en el suelo á alguna distancia de ella, para contemplar las ventanas, levemente teñidas de rojo. Si algunos niños impacientes empezaban á perseguirse en sus juegos, las madres les imponían silencio: ¡Callad, malditos, que la señora va á cantar!...
Entre la salida del hospital y el nuevo combate que les esperaba en las trincheras del Norte, estos guerreros venidos de lejanos países de sol para pelear y morir buscaban el poderoso consuelo de la mujer. Sus brazos impacientes se llevaban con un tirón de fiera las hembras esqueléticas y macabras y las que aparecían hinchadas por una falsa robustez, producto de malos humores.
Halla allí los más mínimos detalles de su primer encuentro; el retrato de Juan en el jardín del presbiterio con su sombrero de paja y la ensaladera de loza... y después el señor Juan, y siempre el señor Juan. Descubre que lo ama desde mucho antes que lo pensaba. Estamos, pues, a 10 de agosto. Acaba de concluirse el almuerzo en el castillo. Harry y Bella están impacientes.
El estanciero recibía sus consejos con gruñidos impacientes, temblando al mismo tiempo de cólera y de inquietud. Se apartó Robledo unos instantes de la puerta de su casa para ir al encuentro de algunos hombres convocados por él y explicarles lo que debían hacer.
Las de Strasbourg y Lyon, la del Norte y la de la calle de San Lázaro, todas son espaciosas y grandes, todas hermosean Paris y todas le animan, depositando en la gran ciudad todos los dias innumerables viajeros que de todas las naciones conocidas se presentan impacientes de conocerla gran metrópoli: el movimiento es inmenso.
Solo tres ó cuatro de los palcos estaban aun vacíos apesar de lo avanzado de la hora; para las ocho y media se había anunciado la funcion, eran ya las nueve menos cuarto, y el telon no se levantaba porque S. E. no había llegado todavía. Los de la entrada general, impacientes é incómodos en sus asientos, armaban un alboroto pataleando y golpeando el suelo con sus bastones.
Hullin se había aproximado, muy alegre por aquel incidente, y el cartero Brainstein, con sus recios zapatos humedecidos por la nieve, las manos apoyadas en un garrote y los hombros caídos, permanecía en la puerta con aire de cansancio. La anciana se puso las gafas, abrió la carta con cierto recogimiento, ante las miradas impacientes de Juan Claudio y Luisa, y leyó en alta voz: *
Algunos, montados en dos enormes ruedas, iban tirados por un asnillo de impacientes orejas, y guiados por mujeres de rostro duro y curtido, que llevaban el clásico sombrero borbonés, especie de esportilla de paja con dos cintas de terciopelo negro cruzadas por la copa: eran carros de lechera: en la zaga, una fila de cántaros de hojalata encerraba la mercancía.
Palabra del Dia
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