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Actualizado: 25 de mayo de 2025


Para ti todos son imbéciles repuso picada la prima . No asistiendo al Ateneo y no citando a los filósofos alemanes... ya se sabe, un imbécil. Lo digo y puedo probarlo. Ni aun sabiendo de antemano lo que iban a preguntarle en el examen y preparándole su ayo toda una noche, fue posible que aprobase el derecho romano.

Tristán que se había parado un instante a escuchar, sintió un estremecimiento de ira. Y rechinando los dientes murmuró: ¡Imbéciles! Se alejó de aquel interesante grupo dispuesto a salir a la calle aunque tuviese que pasar por delante de Rojas. Felizmente éste ya no estaba allí.

Lo primero que se me ocurrió fue averiguar quién era la tal Clarita, y como en su carta le encargaba al mío que fuese a ver al dueño de su casa para pagarle un trimestre, indicándole dónde vive ese señor, fui allá esta mañana, después de oír misa, y supe que la tal inquilina está en la calle del Puerto, en un entresuelito que le han ido pagando en diferentes épocas otros señores de la Bolsa tan imbéciles como mi Antonio.

Cada cual está bastante ocupado consigo mismo para cuidarse de los demás. El egoísmo ha llegado aquí a su grado máximo. Los imbéciles yacen por el suelo. Parece que están pastando. Algunos exaltados cantan en un rincón. Hay grupos que se forman y se deshacen, porque si no amistad, hay allí misteriosas simpatías o antipatías que en un momento nacen o mueren.

JULIA. Porque sus amigas tendrán unos esposos imbéciles o torpes; lo cual viene a ser lo mismo. O bien porque ellas serán bastante tontas y se habrán asqueado de un juego en el que no ganaban desde el primer instante. «No hay atajo sin trabajo», ha dicho un fabulista. DORA. ¡Confiese usted que todo esto resulta muy complicado!

Y después de todo, ¿tengo necesidad de buscar tantos razonamientos para justificar lo que en es ya una resolución invariable? ¿No basta para y para todos los que me aman que este afecto sea el único capaz de hacerme gozar de una pura felicidad? ¿Cederé al temor de los rumores imbéciles del populacho distinguido? ¿Careceré de fuerza para desafiar la censura de esos corazones estériles, llenos de orgullo y de egoísmo, las burlas de alguna mujer altanera, el desprecio de algún miserable enriquecido?

El paralítico leía por un libro; la ciega escuchaba y a menudo interrumpían la lectura para reír y comentar con admiración los pasajes que más les agradaban. Aquella simple y tranquila felicidad hirió a Tristán como una bofetada en tal momento. Los contempló con ojos cargados de desdén y de cólera y al fin se alejó murmurando: «¡Qué par de imbéciles

Y nótese bien, cuanto mayor es la necesidad tanto mayor es la fe: los muy ignorantes, los imbéciles, creen todo lo que se les dice; su guia está en los demás hombres y ellos la siguen á ciegas; el tierno niño que nada conoce por propio, cree con absoluto abandono las mayores extravagancias; la palabra de cuantos le rodean es para él un infalible criterio de verdad.

Había a veces ciento cincuenta ciudadanos que permanecían presos dos, tres meses, para ceder su lugar a un repuesto de doscientos que permanecían seis meses. ¿Por qué? ¿qué habían hecho?... ¿qué habían dicho? ¡Imbéciles!: ¿no véis que se está disciplinando la ciudad?... ¿No recordás que Rosas decía a Quiroga que no era posible constituir la República porque no había costumbres? ¡Es que está acostumbrando a la ciudad a ser gobernada; él concluirá la obra, y en 1844 podrá presentar al mundo un pueblo que no tiene sino un pensamiento, una opinión, una voz, un entusiasmo sin límites por la persona y por la voluntad de Rosas! ¡Ahora que se puede constituir una república!

Los emplearé en papel del cinco por ciento, y me producirán cien francos de renta contestoles. ¿Y después? preguntole un emperejilado millonario de veinticinco años de edad. ¿Serás más rico con eso? ¿serás más dichoso acaso? ¡Tendrás treinta céntimos de renta diaria! Si te casas, lo cual es inevitable, pues eres de la madera de que se fabrican los imbéciles, tendrás doce hijos al menos.

Palabra del Dia

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