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Actualizado: 21 de junio de 2025
Tenía doce años y pasaba con razón por un muchacho imbécil: no sabía leer sino silabeando torpemente; las letras, formadas en línea, nublaban mis ojos, y al querer mover la lengua para pronunciar las palabras, la sentía amarrada por ligaduras crueles, que me hacían tartamudear y sentir delante de los extraños la herida profunda y venenosa del ridículo.
Nanín se volvió rojo, exasperado, y avanzando hasta acercar su cara a la de Aldama exclamó con furor: ¿Qué decía usted? Tristán, sin retroceder poco ni mucho, respondió con igual fiereza: Lo que todo el mundo sabe: que es usted un imbécil. El marquesito alzó la mano y Aldama rodó por el suelo.
En el mismo sentido se expresaba el P. Rávago, confesor del imbecil Fernando VI, asegurando al Superior de los Misiones, que el Rey, víctima de las intrigas de su consejero Carvajal, autor del tratado, no se le habia opuesto hasta entonces por pusilanimidad é ignorancia. Entretanto la insurreccion, que cundia en los pueblos de Misiones, no dejaba mas arbitrio que el de la fuerza para sofocarla.
No sé si es de primera o de última, pero no le oí hablar nunca de otra cosa. Me ha dicho Visita que es un chico muy simpático. Una pedrada en la cara no le hubiera hecho peor efecto a nuestro joven que aquella frase. Obscureciose su rostro y dijo con acento de concentrado desprecio: ¡El marquesito del Lago es un imbécil!
Fausto apenas es allí ser humano: es un símbolo, es como el héroe epónimo de la sociedad y de la edad modernas; lo cual no quita que en la primera parte, en lo que se asemeja más á la vida real, Fausto, sea, si no un malvado, un imbécil.
Ella, que tiene por principio que la camarada es la mujer del porvenir, no podía evidentemente conformarse con este nuevo concepto de la camarada, y esto le hacía perder su buen humor acostumbrado. Este señor razona muy bien... ¿Qué os parece? preguntó la de Ribert, echando una mirada a Francisca. Ese señor es un imbécil dijo levantándose bruscamente.
Un hombre con alma de artista ha pasado muchos años tallando esas maderas, el tiempo cariñoso ha venido a contemplar su obra, comunicándoles el tinte opaco y lustroso, el aspecto de vetusto que las hace inimitables... ¡para que un cura imbécil y colorista arroje sobre ellas un tarro de añil diluido, encontrado en un rincón de la sacristía!
¿Quién os las quita? ahí las tenéis en aquel lado, que no se atreven á hablaros las pobres porque temen que las maltratéis. ¡Mi Luisa! ¡mi Inés! dijo el imbécil Montiño olvidándolo todo por su amor de padre y de marido. Sí, sí; tú Inés y tú Luisa dijo alentada por aquel reblandecimiento del cocinero mayor, su mujer, que ella era en efecto.
Un hombre de buen sentido y rectas intenciones puede engendrar un imbécil: tras Carlos III reinó Carlos IV, y por si esto no fuese suficiente, al año de morir aquel monarca estalló la Revolución francesa, con sus audacias, que volvieron locos a todos los reyes de Europa. A los Borbones de España se les fue la cabeza, para no recobrarla ya más.
Envolvíase el legitimista en la dignidad de sus tradiciones, de su fidelidad y de sus anhelos y trataba de revolucionario al imperialista; mientras que éste, en su foro interno, trataba de imbécil al legitimista. Pero como la urbanidad no le permitía emitir su opinión gritaba para resarcirse como un desesperado.
Palabra del Dia
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