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Actualizado: 11 de octubre de 2025


Para que usted sea digna de casarse con un hombre honrado, lo primerito es que me vuelva los ojos a la religión, empezando por edificarse interiormente. señor respondió humildemente la prójima, que entendía lo de la religión; pero no lo de la edificación. Para ella edificar era lo mismo que hacer casas,

Una especie de escalofrío le sacudió los nervios: creía estar viendo un espectro. ¿Qué quería con él ese hombre? ¿Por qué iba a buscarle? ¿Sabe usted quién soy? ¡Pero no me esperaba usted! He venido a verle porque tengo algo que decirle. Hablaba con la cabeza baja, humildemente.

Querida dijo una de ellas, me está usted distrayendo. Es verdad confesó la otra, y voy a rezar humildemente un diez del rosario para pedir perdón a Dios. Se puso de rodillas y sentí pasar por mis cabellos su aliento de víbora. Yo también me arrodillé para evitarlo. Estaba furiosa.

Lo ocurrido es muy natural; la desvergonzada mozuela se ha encajado en la iglesia, no vestida humildemente, según su clase, sino con el lujo escandaloso de las mujeres cortesanas que bullen en las grandes ciudades y que son la perdición de los hombres. ¿De dónde ha salido el traje que llevaba puesto? Aquí nadie lo ignora. Era regalo de usted. No he de negar yo que era regalo mío.

EL MORENO 1078 no galope, que hay aujeros, le dijo a un guapo un prudente le contestó humildemente: la noche por cantos tiene esos ruidos que uno siente sin saber por dónde vienen. 1079 Son los secretos misterios que las tinieblas esconden; son los ecos que responden a la voz del que da un grito; como un lamento infinito que viene no de dónde.

Los circunstantes asintieron; no les quedaba otro recurso. Sin embargo, el escribano se atrevió a apuntar humildemente que no se perdería más que la fruta temprana; la que viene tarde aún podía lograrse. ¿Cree usted? dijo el cura clavándole sus ojos preñados de amenazas. , señor repuso el escribano con gran presencia de ánimo.

Andrés, repuesto de la sorpresa, se puso en pie vivamente, y con palabra y actitud enérgicas se dirigió al aldeano: Lo primero que usted va a hacer es hablar como se debe, ¿lo oye usted? El paisano quedó sorprendido a su vez de este exabrupto, se puso más pálido y, mirándole con extraña fijeza, balbució humildemente: Yo... hablo... como debo. No habla usted tal.

La pequeña galga negra, que se había parado frente a él y lo había mirado fijamente durante un buen rato, se impacientó y saltó a las rodillas de su amo para recibir la caricia acostumbrada. Pero Godfrey la rechazó sin mirarla y salió de la pieza. La perra lo siguió humildemente y sin rencor, quizá porque no tenía otra cosa en perspectiva.

No saludó de palabra; no pronunció una sola: no hallaba, sin duda, fórmula de saludo que no disonase en aquella ocasión; pero con el gesto, con el ademán, con la expresión de toda su fisonomía, mostraba que era un caballero respetuoso, que pedía humildemente perdón de la astucia y de la audacia que se había visto obligado á emplear para llegar hasta allí.

Oculto el rostro entre las manos, se quedó en esa actitud, meditabundo, y luego, volviendo la mirada hacia Vérod, repuso: Y a usted, a quien tanto mal he hecho, quiero pedirle humildemente que me disculpe. Sin duda todavía es demasiado pronto para que pueda usted soportar mi vista. Pero yo que su corazón está lleno de bondad.

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