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Actualizado: 11 de octubre de 2025
Ofrezco humildemente á vuestras aras; Que si es de todos el mejor tributo Un puro corazón humilde y tierno, Y el más precioso de las prendas caras, No las aromas raras Entre olores fenicios, Y licores sabeos Os rinden mis deseos Por menos olorosos sacrificios, Sino mi corazón, que Carlos era; Amábaos yo, Señor, luego que abristes Mis ojos á la luz de conoceros, Y regalóme el resplandor suave.
La administración se reducía á tomar las cuentas cada trimestre á dos colonos que cultivaban aquellas heredades. Ellas no eran niñas. La hermana del Marqués, llamada doña María de la Paz Jesús, pasaba un poquito más allá de los cincuenta, aunque se conservaba muy bien. Esta doña Paulita era una santa. Vivían humildemente, casi pobremente; pero con mucho arreglo.
Ella le escuchó inmóvil, con los ojos bajos y las manos juntas humildemente sobre la falda. Y aquella actitud inusitada exaltaba más a Muñoz.
Si los tuvierais, no vendríais aquí á comer ni enviaríais las mujeres que enviáis, que son... tú sabes lo que son tan bien como yo. Con asombro de Desnoyers, el alemán acogió esta rociada humildemente, asintiendo con movimientos de cabeza á las últimas palabras del patrón.
Iré modesta y humildemente hasta conceder que es inferior; pero la inferioridad consistirá en que los novelistas españoles del día somos menos discretos, menos instruidos, menos hábiles y menos inspirados que los franceses y que los rusos.
Me es fuerza de llegar a sup.^car a su Mag.^d como le sup.^co muy humildemente, me de licencia para irme a alguna cibdad neutral adonde prouar si está en esto el effecto de verme junto con mi muger y hijos.
Hasta hace unos meses vivía en Liverpool humildemente, estaba de empleado en un almacén e iba a casarme, cuando conocí a un viejo irlandés, hermano de la madre de mi novia. Este irlandés se llamaba Patricio Allen. ¡Patricio Allen! exclamé yo . ¡El que ha vivido tanto tiempo aquí! El mismo.
Responde lo que quisieres, nieta respondió la vieja ; que yo sé que tienes discreción para todo. Y Preciosa dijo: Yo, señor caballero, aunque soy gitana, pobre y humildemente nacida, tengo un cierto espiritillo fantástico acá dentro, que a grandes cosas me lleva. Si quisiéredes ser mi esposo, yo lo seré vuestra: pero han de preceder muchas condiciones y averiguaciones primero.
Mientras María participaba con el gran cantante de la desaforada ovación que le ofrecía un público, que de rodillas los veneraba humildemente, se representaba una escena de diferente carácter en la pobre choza de que ella saliera poco más de un año antes. Pedro Santaló yacía postrado en su lecho. Desde la separación de su hija no había levantado cabeza.
Sus brazos desnudos, escapando de la sedosa capa, se cerraron sobre los hombros de él, formando un anillo apretado: su boca sumisa, buscando la otra boca, se entregó humildemente, con un deseo de dar la felicidad. Pasó por el fondo de la calle un vivo resplandor, sacándolo todo de la penumbra con fugaz relieve, lo mismo que un relámpago. Era el reflector de un automóvil.
Palabra del Dia
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