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Actualizado: 11 de octubre de 2025


Yo lo cumplía puntualmente; y con tal artificio, más de una vez, además de no cobrarnos nada, salían a despedirnos humildemente, rogándonos que les dispensáramos el mal servicio.

Antes de salir se volvió hacia Enrique, que aún continuaba sentado, y le dijo severamente: ¿Por qué te has dejado esas ridículas patillas de torero? Me estorbaba la barba contestó el alférez humildemente, un poco ruborizado.

Alguna vez, retozando, la admiración y el deseo que rebosaban del alma habían salido a los ojos; se detenía, quedaba inerte; la contemplaba con mirada húmeda y anhelante, y estaba a punto de flaquear y rendirse a pedirle humildemente un beso de su fresca boca; mas al instante, el temor muy fundado de asustarla y perder su confianza le obligaba a seguir representando el papel de joven aturdido y bromista.

Anocheció libre y amaneció cautiva. Fue asaltada de noche por las tropas de Mugueith; y cuando al dispertar se vió por todas partes cercada de invasores, no pudo hacer mas que doblar humildemente la cabeza y sufrir la ley de los vencidos.

Después de una pausa larga, añadió humildemente: No puede usted figurarse cuánto me disgusta el observar la envidia de D. Narciso. ¿La envidia? preguntó el sacerdote con sorpresa. ¿A quién tiene envidia? A usted, padre, a usted repuso con firmeza la joven. No, hija, no dijo el P. Gil todo azorado. Yo no puedo excitar la envidia de nadie... Soy un pobre clérigo... un miserable pecador...

Postrose, en efecto, humildemente ante la imagen, persignose rápidamente, cruzó las manos sobre el pecho, y, volviendo el rostro hacia su doncella con sonrisa dulce, le dijo: Ya puedes empezar. ¡Señorita, por Dios!... tornó a exclamar Genoveva toda confusa.

A cada aspiración me parecía absorber unos cuerpos pesados que me hinchaban. Por la tarde, los padres de Roberto vinieron. Yo, que todavía la víspera no había demostrado a la tía más que orgullo y desprecio, le besé humildemente la mano. Aquello era el principio de la expiación que me había impuesto en el lecho de muerte de Marta, y que no debía concluir sino con mi vida.

usted las gracias, 2317. Ahí tiene usted para varios meses, si no se lo deja robar por los camaradas... ¡Vamos! Tiene usted suerte; todos los visitantes no son tan generosos... Señor, muchas gracias, dijo humildemente el penado.

Suponiéndose ya el Comendador despojado de cuatro millones, se miraba reducido á la triste condición de un hidalgo labriego, que ó tendría que salir otra vez á buscar fortuna, ó tendría que acomodarse á vivir mal y humildemente en Villabermeja. Esto no le arredró. Eliminadas, pues, varias soluciones, el problema quedó claro y sencillo.

Estos, animándoles á la confianza en Dios, les mandaron que luego hiciesen muchas cruces de madera, las cuales hicieron poner en sus casas, en las plazas, en las calles y en los collados, adorándolas humildemente los bárbaros. Al ver el infierno señal tan saludable desistió de perseguirlos, y en adelante depusieron los indios todo miedo sin experimentar al menor peligro.

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