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Actualizado: 2 de junio de 2025


¿Solo? me observó vivamente. le dije mirándola con fijeza. ¡No! me contestó ella con indiferencia... ¿quiere ser mi amigo? ¿Quiere guardarme una confianza?... Yo soy una mujer rara, extraña. Yo no he amado nunca y no si lo que he sentido alguna vez, puede llamarse amor; pero jamás, aun amando mucho, me casaría nunca con un hombre pobre. Tengo horror, miedo, por la pobreza...

Creo que se nos desmaya, Cornias... Era de esperar... El horror, el frío... ¡Desgraciada de ella... desgraciado de ... desgraciados de todos, si esto ocurre antes de llegar a recogernos! Ya no podía más... me faltaban palabras para alentarla; fuerzas para sostenerla... y para sostenerme yo mismo. ¡Qué situación, Cornias! ¡Qué cuarto de hora tan espantoso!

Por otra parte, me veía obligada a hacerlo así, pues nunca, ¡oh! estoy tan segura, nunca habría hablado él primero. Yo era demasiado rica, y como él me amaba a y no a mi dinero, mi dinero le causaba horror. Tal es la historia de mi casamiento. En cuanto a la historia de mi fortuna, os la diré en pocas palabras.

Y a un segundo esfuerzo para incorporarse, se le erizó el cabello de terror; no había podido ni aún moverse. Ahora la sensación de plomo y el hormigueo subían hasta la cintura. Durante un rato el horror de morir allí, miserablemente solo, lejos de su madre y sus amigos, le cohibió todo medio de defensa. ¡Voy a morir ahora!... ¡De aquí a un rato voy a morir!... ¡Ya no puedo mover la mano!...

Cuando vuelvo a casa, cuando me quedo solo en mi cuarto, en el silencio de la noche, reconozco todo el horror de mi situación, y formo buenos propósitos, que luego se quebrantan. Mi padre, confiado hasta lo sumo, sin sospechar lo que pasa en mi alma, me dice cuando llega la hora: Vete a la tertulia. Yo iré más tarde, luego que despache al aperador.

Campistrón, domínate; se trata de responder á estos señores. Quieren saber dónde está la compañía de Novelli. ¡Novelli! ¡Novelli! dijo desdeñosamente el antiguo tenor. , por cantar con ese polichinela napolitano me dejó Jenny. ¡Una muchacha que yo hubiera colocado en la Ópera si hubiera querido escucharme! Pero no; se empeñó en cantar de pecho... ¡Ella, cantar de pecho! ¡Horror!

Á poco las tiendas arden, gritos de muerte se escuchan, presto los tristes no luchan degollados en monton, y Ayela, de horror transida, entre unos brazos se siente, y ve una mirada ardiente que la hiela el corazon.

Si vivieran convencidas de que en este mundo todo es temporal y finito, comprenderían que el amor no puede sustraerse a esa ley y estarían de antemano resignadas a todo lo que pueda sobrevenirlas. Por mi parte, tengo horror instintivo a la eternidad. La palabra siempre me crispa los nervios. ¡Oh, qué malvado! dijo riendo Carlota.

Cuando se distribuía una res, dividiéndose en innumerables pedazos destinados a tan diversas necesidades humanas, se descolgaba otra. Tan continuado rasgar de fibras y estallido de huesos causaría horror a los que no lo presenciaran todos los días.

Huberto adivinó la ironía en la sonrisa fina de su interlocutora; quedó dispensado de contestar, gracias a Diana, que exclamaba con vehemencia: ¡Tiene razón él! ¡Aquello era un horror! ¡Cómo me he aburrido cuando se fue todo el mundo! Vivíamos como lobos; no se veía a nadie. Por eso mismo me agradaba Etretat repuso María Teresa.

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